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En su libro testimonial, duro, luminoso y gamberro, 'Ausencia, el cáncer y yo', Carmen Rodríguez cuenta que cuando por fin regresó al colegio, se presentó a sus compañeros diciendo que estaba calva, que le faltaba una pierna, que era muy simpática y que ya la ... irían conociendo. Durante unos segundos, todos se quedaron en silencio, pero de pronto alguien comenzó a aplaudir y el resto lo siguió. «Tuve una sensación de aceptación brutal», recuerda. Carmen luchó contra el cáncer en los años 80. No había redes de apoyo. Se mudó, junto a su familia de Ponferrada, a la colonia Begoña de Madrid, a aquel Madrid «cutre, pero mucho más acogedor que el actual». «El cáncer no solo era cruelmente doloroso sino que también era cruelmente caro», apunta.

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Cuarenta jóvenes de Gernika se han rapado estos días el pelo para apoyar a un compañero. El valor del gesto es incalculable; lo que sí se puede calcular es el dinero que se destina a la investigación contra el cáncer: muy insuficiente.

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