El domingo pasado estuve en un concurso de perros pastor que se celebraba en Llodio con motivo de las fiestas de Santa Lucía. El día era bochornoso, así que me acomodé bajo la sombra de un roble. Un pastor, mediante la voz y los gestos, ... daba instrucciones a su perro y, desde el público, observábamos cómo el animal lograba que las ovejas entraran suavemente en un recinto montado para la ocasión. Cuando el ejercicio concluyó, se nos avisó por megafonía de que se iba a proceder al cambio de rebaño. Durante ese descanso, la organización nos ofreció un poco de queso y nos entretuvimos mirando el paisaje, y fue entonces cuando reparé en que ese concurso estaba muy alejado del ritmo histérico de los concursos de televisión.
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Me gustó el discurrir tan natural de la competición porque no deberíamos ir corriendo de un lado para otro. Obedecemos a nuestro particular perro pastor: el estrés.
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