Hay cierto consenso, cuya naturaleza comprendo, a la hora de señalar la primera frase de 'Anna Karenina' como una de las mejores de la historia de la literatura: «Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera». Desde ... luego, es una apertura redonda y enjundiosa; sin embargo, a mí nunca me ha convencido porque creo que en lo que de verdad nos igualamos es en el sufrimiento. Sufrimos de forma muy similar unos y otros, por distintas que sean nuestras circunstancias; creo que hay un dolor profundo, una electricidad calcinante, cercana a la náusea, que emana de la naturaleza humana y es, a la vez, extraña a ella, ya que nada se puede hacer para contenerla o esquivarla; por eso sobrecoge el sufrimiento cuando lo vemos de cerca, aunque sea ajeno. Y por eso no debemos perder la empatía, ni olvidar que el dolor nos atraviesa de una forma más uniforme, intuyo, que la escurridiza y veleidosa felicidad.

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