A lo mejor es extraño, pero en verano, cuando me desvelo, salgo al balcón para que me alcance el frío de la madrugada. Permanezco unos minutos fuera, hasta que la situación se vuelve desagradable y añoro el calor de las sábanas. Normalmente, logro dormirme después, ... arrullada por la confortabilidad. Es algo similar al bienestar que produce quitarse unos zapatos que nos apretaban demasiado.
Publicidad
Llegan ahora unos días vacacionales que cada quien disfrutará como pueda o como quiera. Yo no voy a hacer nada especial; este año me apetece quedarme en casa para dormir, pasear, leer. La vida, como los zapatos, nos aprieta demasiado, y aflojar esa presión es suficiente para sentirse mejor. No tengo plan, no me ha surgido ninguno. Mi barrio se quedará vacío, hasta aquí no llegan los turistas, unos días festivos se encadenarán con otros, las tiendas permanecerán cerradas, llegaré, quizás, a aburrirme, y, de ese modo, tal vez, acabe mirando mis zapatos y diciéndome que, al fin y al cabo, no estaban tan mal.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.