
Abusos a menores. Responsabilidad y justicia
Txema Oleaga Zalvidea
Senador del PSE-EE por Bizkaia
Miércoles, 26 de marzo 2025, 01:00
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Txema Oleaga Zalvidea
Senador del PSE-EE por Bizkaia
Miércoles, 26 de marzo 2025, 01:00
Cuando Ángel Gabilondo, Defensor del Pueblo, presentó su informe sobre los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica en la comisión mixta Congreso- ... Senado, sentí un inmenso dolor. Reza el Evangelio según San Lucas 17,1-6 que Jesús dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños».
El escándalo generado al conocerse diversas sentencias por abusos a menores y las denuncias que muchísimas personas se animaron a presentar, tras años de silencio, llevó a las Cortes Generales a encomendar al Defensor del Pueblo una investigación. El trabajo fue serio y se efectuó con una exquisita sensibilidad hacia las víctimas de estos crímenes atroces.
En mi camino profesional y vital me enseñaron la necesidad de amar a nuestros semejantes, proteger el honor y la vida de los niños y las niñas y asumir la tremenda responsabilidad de su educación. Una especie de juramento ciudadano que prescribe acoger a estos seres tan pequeños y sustituir a sus progenitores si fuera el caso. La responsabilidad colectiva en esta tarea de educar y formar.
A medida que iba conociendo los pormenores del informe, mi espíritu lloraba de pena y la impotencia se convertía en el sentimiento predominante en mi corazón. Los testimonios de quienes habían entrevistado a las víctimas coincidían en la dificultad de acceder a las almas torturadas y dolientes. Y en cómo iban poco a poco desgranando sus terribles experiencias.
La conclusión es que les hemos fallado. En primer lugar, la Iglesia a la que la sociedad había encomendado el cuidado y formación de aquellos niños y aquellas niñas. Y no podemos admitir que se trata de casos aislados. Las estimaciones nos indican que estamos ante cerca de 300.000 víctimas en el periodo estudiado. Lo sabían y lo ocultaron. Compartiré con ustedes una anécdota que me contó la enfermera de mi centro de salud, que tanto se afana en mantenerme sano. Ella formó parte de la primera generación de niñas que acudieron a un señero colegio católico. Un profesor les aconsejaba que, cuando fuesen al despacho de los sacerdotes y profesores, lo hicieran en pareja. El motivo esgrimido era que así se enterarían bien de todo.
En segundo lugar, hay una responsabilidad del Estado, el garante de la educación y la indemnidad de todos y todas. Pero nadie está libre de culpa. Dañar a un niño o a una niña es, o debería ser, un escándalo para cada ciudadano y ciudadana. Y aquí entramos de lleno en la cuestión de cuál debe ser la respuesta desde la justicia.
Un emérito profesor de Derecho Penal de la Universidad de Deusto, José Ricardo Palacio, decía que el Derecho es el sentido común codificado. Lo mismo se puede predicar en esta materia de la Justicia. La conciencia que nos atenaza ante un hecho tan grave como el abuso de menores. La práctica de la abogacía y después de la política me ha ido conformando como persona. He aprendido la importancia de la defensa de la libertad, el combate contra la tiranía y el fanatismo. Y el respeto a la ley como expresión de la voluntad popular elaborada por sus representantes. Y las víctimas quieren confiar en instituciones que buscan la verdad y aplican la justicia bajo el amparo de los derechos humanos. Ante injusticias como las de estos abusos a menores, toda la sociedad debe sentirse interpelada y estar dispuestas a restaurar la justicia y confortar a las víctimas.
La otra clave es sin duda 'la balanza'. Siempre se ha considerado como símbolo de la justicia, de la prudencia y del equilibrio. La representación de la Justicia como una figura con los ojos vendados siempre me ha parecido inquietante. Pero cuando la analizamos descendiendo al caso concreto, a mi juicio y considerando que la balanza tiene dos platillos, debe pesar más el dolor de una víctima para establecer el verdadero equilibrio. Permítanme que lo signifique con una parte del informe del Defensor del Pueblo. Entre los testimonios desgarradores y el tremendo coraje de las víctimas, una muestra: «Nunca se podrá saber qué habría sido de mí, de mi vida, sin mi experiencia de abusos, y nunca se podrá saber cuánto del ser mutilado que me he sentido se ha debido a ello. Solo puedo especular que he sido la sombra de lo que podría haber sido». Todo mi recorrido de estos años por el estudio y la práctica del Derecho, todas las enseñanzas recibidas me conducen a un final evidente y luminoso. Un final de justicia y amor. Como el que debemos a quienes sufren y miran a su alrededor buscando una mano amiga que les lleve a un espacio de esperanza y paz.
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