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Un tipo orondo con un enorme ombligo en espiral por barriga rematado por una cabecita cónica. Bajo el brazo, el bastón de mando. Así retrató su autor, Alfred Jarry, a Ubu Rey, símbolo contemporáneo de la vulgaridad, la ambición y la avaricia humanas. Los surrealistas, ... constituidos como movimiento hace ahora cien años, reconocieron como precursor a este personaje satírico encarnación de las fuerzas inconscientes y reprimidas cuando se desmadran.
Para Ubu, el poder es la vía regia hacia una vidorra sin privaciones. Obliga al pueblo a pagar impuestos que se guarda para sí, y justifica el saqueo con el argumento de que enriqueciéndose él también se enriquece el reino. Cobarde, traicionero, simplón, estúpido, glotón y codicioso, reúne todos los vicios de la inmadurez emocional y la avidez de las jerarquías, el absurdo de desearlo todo al precio que sea. «Quiero hacerme rico, no dejaré escapar ni un céntimo», gruñe en gala de insaciable rapacidad. Ante la preocupación de Madre Ubu por sus excesos, le tranquiliza confiándole su proyecto: «Con este sistema haré pronto una buena fortuna, entonces mataré a todo el mundo y me largaré».
Como modelo ilustrativo de la patafísica, ciencia delirante de las excepciones a las reglas imaginada por el mismo Jarry, los deberes que obligan al común de los mortales no cuentan para él porque ha hecho del privilegio y del antojo principio rector de su trayectoria. En la versión castiza: «Explicaciones, ¿de qué? Ja, ja, ja…».
El 'Ubu hispanicus' también empezó matando políticamente a su padre biológico y traicionando como albacea al valedor por quien juró eterna fidelidad a sus Principios Fundamentales. A partir de ahí, toda una vida de zancadillear y abatir a cuantos se interpusieran en la ejecución de su real gana ya se tratara de humanos como de paquidermos. Faltando gravemente a lo más preciado entre los de su gremio: la ejemplaridad. Un tipo lamentable al que sin embargo una buena parte del pueblo admiraba y hasta amaba, quizá porque en el fondo -piensan muchos- todos somos 'Ubus' en potencia.
El «cariño, apoyo y agradecimiento» que la ministra transmitió el otro día a Madre Ubu debería haber estado precedido de un acto de contrición ante el sufrido pueblo español que durante décadas ha sido, y sigue siendo, pitorreado, engañado y esquilmado por ese inmenso ombligo coronado por una cabecita de chorlito, soberano de un reino de falsedades y tapujos. Con la complicidad de tantos. En fin, una historia entre esperpéntica y surrealista.
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