En clandestinidad, fue recopilando testimonios de prisioneros de los campos de internamiento soviéticos, los gulags, en uno de los cuales él mismo había pasado ocho años por criticar al dictador en una carta privada. Con ese material, durante los «años vegetarianos» (de represión sin sangre) ... que sucedieron a los «años carnívoros» (los del terror estalinista), Aleksandr Solzhenitsyn compuso el monumental 'Archipiélago Gulag' y consiguió que el manuscrito llegara a Occidente. Se cumplen ahora cinco décadas de su publicación en lenguas internacionales, incluida la española, un momento clave de la Guerra Fría y, para muchos, de definitivo descreimiento del comunismo.

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Solzhenitsyn fue objeto de furibundos ataques de parte de los llamados 'compañeros de viaje'. Tras una entrevista en Televisión Española en la que afirmó que la dictadura franquista era más soportable que la soviética porque aquí había libertad para desplazarse, leer prensa extranjera o «hacer fotocopias», el novelista Juan Benet expresó su deseo de que los campos de concentración rusos perdurasen, si bien «deberían estar un poco mejor guardados a fin de que personas como Solzhenitsyn no puedan salir de ellos». Así se las gastaba una parte de nuestra 'intelligentsia'.

Ultranacionalista añorante de la autocracia zarista, de un poder fuerte apoyado en la Iglesia ortodoxa como voz del 'alma rusa', y no exento de un sesgo xenófobo, tras la caída del comunismo soñó con una nueva 'Unión' de rusos, bielorrusos y ucranios. No extrañará por tanto que Putin le expresara su admiración condecorándole con la más alta distinción del Estado; casi nonagenario, Solzhenitsyn calló ante el exagente del KGB y reconocido nostálgico de la URSS.

Y prefirió olvidar la definición que había hecho en los noventa del poder a cuya cima Putin se estaba encaramando: «El régimen que nos gobierna no es sino una amalgama de vieja 'nomenklatura', de tiburones financieros, de falsos demócratas y del KGB. No puedo llamarlo democracia; es un híbrido repugnante que no tiene precedentes en la historia y del que se ignora la dirección que tomará». Hoy ya conocemos su rumbo: pasados los «años vegetarianos» del putinismo, han vuelto los «años carnívoros» del neoestalinismo.

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Al cumplirse medio siglo de 'Archipiélago Gulag', en un antiguo gulag siberiano ha muerto, muy seguramente asesinado, el demócrata Alexéi Navalni; y la invasión de Ucrania sigue adelante. Nadie que se oponga al déspota ni dentro ni fuera de Rusia podrá dormir tranquilo.

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