¡Ay de los vencidos!
El oficio de vivir ·
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El oficio de vivir ·
Daniele Giglioli, especialista en la materia, ve en la víctima al héroe emblemático de nuestro tiempoResulta que los duques de Sussex han sido víctimas del racismo de la familia Windsor, y nuestro Rey emérito ha sucumbido a una conspiración urdida por la reina Sofía, víctima despechada del marido infiel, según Corinna. Las mujeres son víctimas «todas ellas, todo el año, ... todo el tiempo», rezaba el eslogan de una reciente campaña feminista. Pero ¿no lo somos también los hombres respecto a la sociedad heteropatriarcal que nos ha formateado?
Víctimas de la población nativa se consideran muchos inmigrados, los negros de los blancos, los del sur de los del norte donde, transitivamente, algunas regiones denuncian la opresión de sus correspondientes Estados. Hay víctimas de la Historia, víctimas del destino, víctimas de su propio éxito y de la envidia, el mal español, del ADN o de que 'el mundo me ha hecho así'. Sin olvidar al sinnúmero de víctimas de las redes sociales y de los medios. En fin, en el gran bufet de causas movilizadoras de compasión no nos faltarán razones para presentarnos como víctimas de algo o de alguien.
Daniele Giglioli, especialista en la materia, ve en la víctima al héroe emblemático de nuestro tiempo. Según explica en 'Crítica de la víctima', en una época líquida como la actual situarse como tal confiere una identidad fija, definida, precisa, sólida, que garantiza escucha, atención y respeto, además del estatus de intocable. Obtener ese reconocimiento puede implicar toda una serie de derechos morales y de beneficios materiales.
Hay quienes achacan este frenesí inculpatorio a la generalización del modelo de justicia restaurativa. A diferencia de la punitiva, la justicia restaurativa se orienta hacia el presente y el futuro de la víctima por medio de la reparación del daño causado; y ahí entra en juego su dimensión más pedestre: el desagravio por medios económicos. El capitalismo es un sistema alquímico capaz de transformar en numerario y sacar provecho de cualquier forma de realidad, incluso la más conmovedora, cualidad que ha sido clave para su universalización aun a costa de generar excesos que no por limitados son menos lamentables; por ejemplo, cuando la victimización se utiliza como mecanismo de lucro. En su modalidad extrema y con ribetes perversos, la condición de víctima se convierte en una posición vital o hasta en un 'modus vivendi'. Esa víctima ya no actúa, lucha ni se somete a crítica; solo padece y reivindica.
'Vae victis!' ('¡Ay de los vencidos!): el viejo adagio romano hoy se reescribe en un ¡vivan los héroes vencidos!
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