Qué hace que una vida sea buena y descansada? Es este un tema tópico de la literatura clásica que ha llegado hasta nuestros días. La respuesta canónica la formuló Marcial, escritor de la Hispania romana y autor de un millar de epigramas, composiciones poéticas breves ... y agudas. En un ramillete de versos, expuso los principios para una vida feliz a partir de la filosofía de Epicuro, el epicureísmo, que en contra de la común opinión poco tiene que ver con el abuso de placeres. Más bien al contrario, lo que propone es la templanza y el desapego como vías para un vivir sosegado y, si no pleno, al menos satisfactorio y en armonía con uno mismo.
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Dice Marcial al inicio de su epigrama que buena parte del camino lo llevará recorrido quien se abstenga de perseguir riquezas conformándose con los medios básicos de subsistencia; bastará con un pedazo de tierra fértil y un fuego constante que nos caliente y a cuya lumbre cocinar. Procuremos no tener pleitos y alejémonos de la política para tranquilidad de nuestro espíritu, la conocida 'ataraxia' o serenidad. Tranquilidad que mucho depende de que no nos falte salud, de manera que cuidémonos siempre y tanto más si la naturaleza no nos dotó de un cuerpo robusto y resistente.
Marcial menciona la «juiciosa sencillez» como cualidad preciosa que ha de acompañarse de la amistad con personas no menos sencillas y bien ponderadas. Compartir con ellas una mesa sin lujos, frugalmente, nada de ebriedades ni atracones, es todo lo que nuestra subsistencia reclama. Y en la cama, disfrutemos con alegría de la piel con la piel guardándonos de malabares concupiscentes antes de abandonarnos en un largo y reparador sueño. Por último, algo fundamental: aceptémonos a nosotros mismos tal como somos y con lo que poseemos, a sabiendas de que la vida es breve y a todos nos llegará la muerte, que ni ha de temerse ni ha de desearse.
Ideales éticos como la búsqueda de la paz interior, la sobriedad o el contacto con la naturaleza sintonizan con ciertas tendencias de la vida moderna, de ahí que el epigrama sea mencionado por 'coachings' de toda condición, por ecologistas o 'decrecentistas'. Y parafraseado por poetas de la sutilidad de un Gil de Biedma a quien debemos esta exquisitez: «En un viejo país ineficiente, algo así como España entre dos guerras civiles, en un pueblo junto al mar, poseer una casa y poca hacienda y memoria ninguna. No leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, y vivir como un noble arruinado entre las ruinas de mi inteligencia».
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