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Todas las derechas, incluyendo sus brazos político, judicial, mediático, económico, religioso y quien se apunte, aprietan filas para llevar a pique la legislatura aún nasciturus. La táctica trumpiana de desautorizar el parlamentarismo y enmerdar la convivencia para beneficio propio gana adeptos también al oriente de ... Occidente. Poco inquieta que el niño pueda irse al sumidero junto con el agua de la bañera.
Barra libre para hipérboles y especiotas: nos hallamos ante una rendición del Estado frente a sus enemigos; es la instauración de una dictadura; nada más parecido al golpe del 23-F y al terrorismo etarra que el acuerdo del sanchismo felón; solo queda confiar en la intervención del Rey y las fuerzas armadas contra la deriva 'nacioncida'. Que salga la gente a la calle, inflámesela, que ya vendrán los nuestros a salvar el país.
Comenzó la semana con protestas «sanas y espontáneas» de una ciudadanía indignada. Pasados los días, en vista de la patulea de machos alfa y ultrasures, xenófobos y homófobos, nazis confesos y patrioteros enarbolando banderas victoriosas al paso alegre de la paz, se alegó que había infiltrados reventadores. Ahora se condena la violencia, sí, pero insinuando que se lo tienen merecido.
Táctica naval de los siglos imperiales, la conceptuada como 'guerra a la española' consistía en aproximar los barcos a los del enemigo para su abordaje. Si este acercamiento resultaba demasiado arriesgado se botaban brulotes, buques incendiarios colmados de barriles de pólvora y otros artilugios explosivos que se hacían estallar en su embestida contra las líneas contendientes. Estos brulotes causaban grandes estragos.
Los últimos días hemos visto brulotes humanos lanzados contra las sedes de partidos democráticos, mientras desde la nave almiranta de la derecha le restan importancia y desde los pataches de Vox jalean el jaleo. Saben que jugar con fuego siempre es peligroso. Como igualmente saben que si el PP hubiera tenido ocasión de tocar poder con los independentistas (posibilidad no compatible con sus actuales aliados) hubiera obrado de manera harto parecida. ¿No hablaba el líder de la oposición hace solo dos meses de «buscar un nuevo encaje territorial de Cataluña»?
Y dando esto por bueno advertiremos que no es una 'guerra a la española' lo que se libra sino del tipo de la que en el siglo del barroco llamaban 'guerra galana': mucho gasto de pólvora, mucho humo de cañones y estruendo, pero en sustancia un simple juego de barcos. El sempiterno «España se rompe».
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