La crisis ambiental global que estamos viviendo vuelve a demostrar que la sostenibilidad, como la naturaleza y los ecosistemas, necesitan su propio tiempo. Un tiempo que no puede desligarse de la economía ni de la sociedad y sus necesidades. El paradigma reciente del Desarrollo Sostenible ... se sigue enfrentando con dificultades de distinta naturaleza. Partimos de parámetros muy diversos y complejos dependiendo de las diferentes realidades políticas, geográficas, sociales y culturales. En el mundo occidental tenemos parcialmente garantizadas nuestras condiciones mínimas de dignidad, mientras África, Centroamérica, Sudamérica y buena parte de Asia intentan sobrevivir en circunstancias difíciles y con índices de pobreza extrema alejados de garantizar la dignidad de los seres humanos.
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Bien es cierto, sin embargo, que la preocupación por la sostenibilidad y la protección de los recursos no es algo tan novedoso como pudiera parecer. En la propia Gipuzkoa es conocida la proliferación desde el Siglo XV de astilleros y constructores navales: apellidos como Amilibia, Andonaegi, Egia, Gaztañeta, Isasi o Larreria, entre otros, que construyeron con madera local naos y galeones memorables, capaces de surcar los océanos en condiciones extremas. Miguel Laburu, en su 'Mare vasconum' rememora el caso de las naos mutrikuarras, 'Piedad' en 1507 y 'Magdalena' hundida con su tripulación en la bahía de Chateaux en Terranova. Traigo a colación estas menciones sobre los astilleros en Mutriku y Gipuzkoa, por su directa relación con el debate de la sostenibilidad hace cinco siglos en las propias Juntas Generales de la época.
Así, Laburu y Barkham recuerdan que ya en 1548 se produjo la siguiente resolución de las Juntas Generales de Gipuzkoa sobre la explotación de los bosques: «Que por cada árbol que se talara, se deberían plantar dos o más. Que para la industria carbonera los árboles no podían ser talados, si no solamente trasmochados. Que cada concejo debería plantar anualmente 500 robles y castaños, hasta que todo el terreno aprovechable estuviese reforestado».
En línea similar, la necesidad de introducir la sostenibilidad y el equilibrio en la explotación de las pesquerías tampoco es algo nuevo en las costas de Euskal Herria. Agirre Sorondo en sus recopilaciones históricas y nuestros archivos forales sobre Mutriku, Hondarribia, Orio y Getaria, entre otros, aportan datos significativos sobre cuestiones que llegaron a nuestras Juntas Generales. En 1557 arrantzales de Orio reclaman ante las Juntas Generales contra los de Getaria por emplear para la pesca de merluza redes que «hacen ausentarse a las sardinas». Los arrantzales de Getaria alegaron que sus redes eran normales y proponen suspender su uso durante 2 o 3 años para que pudiera comprobarse que no afectaban a la pesca o, de lo contrario, fueran prohibidas. El pleito vino a demostrar que la merluza se pescó selectivamente y con anzuelo, pero que a partir de 1550 hubo quienes comenzaron a usar redes «bolantes merluceras que barren y asolan» porque producen resplandores que hacían huir a las sardinas. En 1566 la Junta General decretó la prohibición de pesca con redes merluceras. En 1733 se advirtió de no lanzar 'trasmallos' ni 'chingas' o redes trampa.
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También llegó a las Juntas Generales la problemática del uso de 'nasas' para la pesca, dado que éstas suponían un obstáculo para la remontada fluvial de los salmones. A partir de 1505, las Juntas Generales establecieron que donde hubiere «nasas» deberían estar bien balizadas y dejar libre una tercera parte de la madre del río. Con lo anterior quiero señalar que la necesidad de un uso sostenible de los recursos naturales no es una cuestión contemporánea si no necesaria desde hace siglos. Es necesario subrayar, igualmente, la importancia y el valor del trabajo incansable de diversos historiadores para recuperar estos y otros muchos pasajes. Entre ellos y ellas sobresale en las últimas décadas el trabajo de Rosa Ayerbe que nos deja un legado excepcional, además de asegurarnos que seguirá trabajando como hasta hoy.
En suma, el mundo globalizado debería analizar la necesidad de la sostenibilidad y la forma de caminar hacia ella recordando nuestra rica historia. Y las dificultades están entrelazadas. La ecología tiene sus propias reglas: reglas de armonía ajenas a límites y fronteras. La economía, en general, desborda cualquier regla. Más bien sustenta su propio análisis en la necesidad de crecimiento cuantitativo. Ambas tienen en común la inexistencia de límites reales a su desarrollo. Sin embargo, la naturaleza se reorganiza, se revitaliza, o se compensa; mientras la economía, justo al contrario, se desorganiza o se desata hasta límites alejados de la dignidad de las personas.
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Todo lo anterior debe armonizarse desde la política y el Derecho en busca del bienestar de la sociedad y de la redistribución de la riqueza. La sociedad sí tiene reglas; unas reglas muy distintas a las de la ecología o la economía, y proyectadas sobre personas y naciones en base a principios de soberanía y Derecho. La búsqueda de armonía entre ecología, economía y sociedad sigue siendo uno de los retos de nuestro tiempo, tanto como lo ha sido a lo largo de la historia.
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