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El viaje del padre

Francisco Apaolaza

Miércoles, 7 de diciembre 2016, 11:56

La vida me metió en su juego salvaje cuando escuché su latido por primera vez, veloz, rotundo y desbocado como un potro. La biología, el desarrollo embrionario, el vals amoroso que bailan los genes, el chispazo en la oscuridad cósmica de la primera célula... La ... reproducción humana que había estudiado durante años aplicada a mi descendencia se me reveló por primera vez como un milagro inabarcable. Haber nacido yo mismo y haber llegado a los treinta y seis años, toda mi vida librada de cien mil balas perdidas me resultó un mero acto burocrático en comparación con el milagro de esa pequeña vida que ya latía. «Es una chica», dijo el médico. Mi mundo se detuvo y comenzó a girar en otro sentido, sobre otro eje. Se me movió el norte.

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