A día de hoy la película que acumula más galardones en la historia de los Goya es 'Mar adentro', con catorce estatuillas. En aquel tiempo, en una puntuación del cero al diez, el periodista Antonio Gasset otorgó a la cinta de Alejandro Amenábar un total ... de cero puntos y los años transcurridos desde entonces se han encargado de poner las cosas en su sitio, y dar y quitar razones en torno a una película que vista hoy, efectivamente contiene escenas tan sonrojantes que la inhabilitan para cualquier cosa. La tercera más distinguida en estas 37 ediciones es la bastante olvidada 'Blancanieves', cuyos diez Goyas quizás sirvieron a su director, el bilbaíno Pablo Berger, para levantar cinco años después su segunda película, 'Abracadabra'. Que a día de hoy no haya hecho más cuestionaría la peregrina idea de que los Goya propulsen carreras.

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Quiere decirse con esto que todo es relativo y que los triunfos y las derrotas en el ámbito cinematográfico español garantizan exactamente nada. La gala del sábado convocó a un buen número –de hecho, la gran mayoría– de nominadas cuyas cifras de recaudación en taquilla oscilan entre lo discreto y lo paupérrimo, y ni siquiera es seguro que su exitoso paso por Sevilla vaya a revitalizar su vida comercial. La gran vencedora de la noche, 'As bestas', ya era la excepción a esta regla y sus nueve galardones prolongarán algo una vida en cartelera que ya era exitosa antes de la gran velada del cine español.

Este fin de semana había que remitirse a la prensa española para encontrar en los obituarios de Carlos Saura cualquier referencia a los Goya que ganó. Es un dato que no interesa en absoluto a la prensa extranjera, más interesada en consignar sus premios en los festivales internacionales. De ahí que tras haber ganado la Berlinale, Clara Simón pueda encajar con calma la ausencia de 'Alcarràs' en el palmarés de esta edición. Se incorpora así a la lista de cineastas víctimas de la 'disonancia de criterios' entre la Academia española y el resto del mundo, y en la que también figuran Albert Serra o el propio Almodóvar.

Si en su doble condición de deporte y espectáculo, el fútbol ha terminado decantándose por lo segundo, lo mismo puede decirse de la gala de los Goya respecto a la cultura o incluso el cine: una disciplina olímpica a la que cada película compite arropada por sus propios forofos, en una suerte de grada de animación que se enoja enormemente si el palmarés certifica, una vez más, que los 2.100 académicos con derecho a voto no tienen ni idea. Se supone que todo esto era inevitable desde el momento en el que los Goya –como cualquier otra competición cultural–, son pasto de todo tipo de quinielas, otro préstamo procedente del balompié.

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Ya todo esto es historia y hasta el año que viene. Los Premios Goya –que para el caso lo mismo podría llamarse 'premios Goia'–, han dictado sentencia. En estos casos, uno ya se conforma con que gane la película más votada, que aquí tampoco hay que descartar que hubiera intercambio pactado de 'favores' más o menos bajo manga.

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