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Miércoles, 11 de enero 2006, 01:00
ORDIZIA. DV. La excavadora se encargaba ayer de incluir en las estampas para el recuerdo, la tribuna de Altamira, derribo al que seguirá, en esta segunda fase, la total remodelación de esta superficie deportiva.
Desde hacía meses atrás, la pala mecánica había, prácticamente, borrado del mapa el lateral colindante con el nuevo anexo, si bien, por razones obvias, la instalación permanecía abierta hasta el pasado lunes. Cabe reseñar, que el Ordizia Kirol Elkartea se despedía, oficialmente de su feudo, el pasado día 24 de diciembre, festividad de Nochebuena, en la que afrontó, por la mañana el encuentro de Liga que le reunía con el Touring, que concluyó con 0-1.
20 de febrero de 1972
Se cierra así un paréntesis de casi 35 años de actividad, ya que la entonces nueva y moderna instalación, echaba a andar en la temporada 1971-72, si bien el corte de cinta oficial tuvo lugar el 20 de febrero de 1972 con el encuentro liguero que disputaron el Villafranca y el Beasain, que terminó con triunfo local por 4-0.
El popular Kifi dejó escrito así aquel episodio: «Una fecha histórica quedará grabada en la memoria de los aficionados ordizianos; el 20 de febrero de 1972, fecha en la que se inauguró, de manera oficial, el estadio de Altamira. Para muchos seguidores el acontecimiento no llegó a ser como lo esperaban, quizás pensando en que se debería haber conseguido un equipo de entidad, 'de campanillas', tal y como se esperaba en un principio».
«Ocurrió que el alcalde de la villa, Luis Antón Lazcano, poco amigo de inauguraciones, prefirió pasar por todo ello y realizar la apertura del nuevo campo sin ceremonias ruidosas, simplemente abrirlo para que el deporte balompédico tuviera de inmediato un hermoso campo dejando ya el envejecido Arana».
Kifi concluye señalando que «la propuesta de Juanito Iztueta, presidente entonces del Villafranca UC, de aprovechar la visita del Beasain para llevar a cabo el protocolario acto, congregó a una multitud de aficionados». «Pero hasta que llegó aquel estreno y posterior inauguración, pasó mucho tiempo».
Kifi, testigo presencial de aquellos días y de aquella época de escasez de recursos, sitúa, el origen del complejo deportivo, a comienzos de los años 60, momento en el que el Consistorio pone su vista en la zona de Majori, Altamira, Okorro, entonces, prácticamente despoblada, como zona en la que ubicar el desarrollo deportivo y educativo del municipio.
Si hoy en día resulta coloquial la expresión «ir al pueblo», en referencia al casco histórico y su entorno, hace 45 años, Altamira era más que el extrarradio.
No obstante, en las puertas del casco histórico, el campo Arana, aparecía ya como una instalación más vetusta que nunca, nada acorde con los nuevos tiempos.
«Años aquellos -enfatiza Kifi- en los que los ayuntamientos carecían de recursos económicos para afrontar grandes proyectos. Una situación que obligaba a los corporativos a bregar en ventanillas y despachos».
«Tiempos difíciles para las administraciones locales -insiste Kifi- que en contraposición contaban con corporativos cargados de ilusión y empeño».
Recuerda Kifi que fue Josetxo Sarasola el hombre que soñó con la ciudad deportiva de Altamira. Una insistencia que a comienzos del año 1960 le llevó al Ayuntamiento, regido por Gregorio Armendariz, siendo concejal Sarasola, a adquirir 6 hectáreas de terreno en la zona de Altamira, momento a partir del cual, el alcalde le dio vía libre al concejal para que buscara los medios económicos con los que llevar adelante su proyecto.
Apunta Kifi que «Josetxo Sarasola, que al año siguiente sería alcalde, cargo en el que permaneció hasta 1967, recurrió a su amigo José María Aristrain, quien además de apoyarle económicamente le abrió muchas puertas en Madrid».
«Un proceso, en cualquier caso, -indica Kifi- duro y difícil, que le llevó a Sarasola muchas idas y venidas e incluso a poner dinero de su bolsillo, que luego le abonaría el Ayuntamiento».
El que fuera responsable de esta página durante 4 décadas recuerda como anécdota que «el entonces interventor municipal se oponía a esta obra, porque entendía iba a representar la ruina del Ayuntamiento».
Definitivamente, en 1965 comenzaban las obras del estadio, obras que mantuvieron un ritmo pausado y por etapas, que necesitaron nada menos que 6 largos años para convertirse, definitivamente, en realidad.
Único en la comarca
Juanito Iztueta, presidente del Villafranca UC desde 1967, entidad a la que estuvo ligado hasta 1979, reconoce que deportivamente, el salto, como instalación fue total. «La única pena -explica Iztueta- es que el terreno de juego, a pesar de que tenía un buen drenaje, no quedó bien resuelto en su capa superficial. Un problema que convertía el campo en un lodazal cada vez que llovía con intensidad y que, aunque lo intentamos por activa y por pasiva, no acabamos de solucionar completamente».
«Un estadio -añade Juanito Iztueta- único en la comarca, con su pista de atletismo, etcétera, que ganó mucho con la construcción del anexo en 1980 en el que el Ayuntamiento, del que en ese momento era concejal, invirtió, dos millones y medio de pesetas».
Iztueta reconoce que «el trascendental salto adelante que desde un punto de vista deportivo supuso para el club, Altamira tuvo su efecto inverso en los aficionados. Ya no era ir del Olano a Arana, ahora se les hacía lejos. En la temporada 1972-73 -subraya- el Villafranca pierde la mitad de los socios y pasa de 800 a 400. Todo por la distancia existentes desde el pueblo».
A partir de ahí, esta barriada pasó a cumplir aquellas expectativas municipales y a cobijar a la mayor parte de las instalaciones deportivas y docentes.
«El 5 de septiembre de 1973 -recuerda Iztueta- se inauguraría la piscina cubierta. Tres años después la exterior. En 1976 abría sus puertas el Instituto. En 1980 lo haría el colegio San Ignacio y el anexo. En 1984 la pista de atletismo del estadio, hasta entonces de ceniza, era sustituida por otra sintética, etcétera. En 1990, Majori daba la bienvenida al polideportivo».
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