

Secciones
Servicios
Destacamos
MIKEL G. GURPEGUI
Miércoles, 1 de febrero 2006, 01:00
Machado hubiera cantado a un olmo seco. Aquí, en esta ciudad y en DV, se lloraba hace treinta años por «el derribo de este monumento vegetal que era el recio olmo de Santa Catalina».
«Cuando muere un trozo de la historia donostiarra...», se titulaba un sentido artículo publicado el 1 de febrero de 1976. En su fotografía podían verse los restos del olmo, como un cadáver observado por los curiosos, en el suelo de ese espacio ante el establecimiento de Fabricantes Unidos que en el texto se identificaba como «el comienzo de la calle de Santa Catalina esquina con la avenida de España».
En realidad, aquel viejo árbol, y los que antes le acompañaron, no estaba en esa acera sino en los jardines de enfrente, en lo que con propiedad se denomina, aunque nadie le llama así, plaza de España. Allí se produjo hace tres décadas la desaparición del último olmo de esta zona y de toda una época.
«El olmo de la calle de Santa Catalina era el último superviviente -leemos en DV- de los de su especie que formaban, hace ya cien años, el paseo -paseo de los y las elegantes donostiarras y veraneantes- existente antes de la construcción del teatro Victoria Eugenia y del hotel María Cristina. Ese olmo en la entrada de la ciudad, junto al puente de madera por el que pasaba uno de los caminos que llegaban hasta ella, era como el encargado de dar la bienvenida a los forasteros. El vio llegar en medio de la general indiferencia a José Bonaparte cuando vino a reinar en España y conoció los dramáticos días de los sitios que San Sebastián sufrió en el siglo XIX...».
La glosa se acordaba también de los cañonazos carlistas que no pasaron lejos y de «las balas que acabaron con la vida del platero Azpiazu, fusilado contra el ya añoso tronco...».
¿Y qué le pasó a un árbol olvidado ahora y con tanta historia detrás? «Este viejo árbol, nos dicen que como los otros ejemplares de la misma especie, pero muchos más jóvenes, plantados allí, padecía una enfermedad para la que, como sucede con los humanos, no fueron suficientes los auxilios de la ciencia». Acabó desmochado y troceado.
No sabemos si la madera de aquel «monumento vegetal» tendría una continuidad apuntada en el artículo, que comentaba que el olmo aún podría ofrecer «sus servicios a los donostiarras convertida su madera en bancos para los paseos».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.