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MIKEL G. GURPEGUI
Jueves, 9 de febrero 2006, 01:00
Residencia del Ministro de Jornada con Franco, de invitados ilustres o del gobernador civil, La Cumbre es un edificio misterioso, hasta con fases siniestras en su historia, que siempre ha llamado la atención de los donostiarras. Cuántas veces nos habremos preguntado cómo es ese palacete escondido tras gruesos muros en Aiete.
Hace ahora 25 años, DV entró en La Cumbre. Acababa de concluir la visita de los reyes a Euskadi, aquella en la que se produjo el incidente en la Casa de Juntas de Gernika. Juan Carlos y Sofía se habían alojado durante una noche en La Cumbre y la compañera todoterreno Ana Urroz desveló detalles sobre el palacete, su decoración y la estancia real.
«Estoy viendo visiones», dijo que comentó el rey al descubrir en un despacho de La Cumbre los mismos muebles que tenía en su cuarto de estudio en sus lejanos años de formación en el palacio de Miramar.
En 1981, el edificio estaba prácticamente vacío, ya que «el mobiliario que tenía cuando era residencia del ministro de Jornada era traído del palacio de Viana y regresaba allí al iniciarse el otoño». Por ello, cuando se confirmó la visita real, hubo que darle la vuelta la casa en apenas dos semanas, realizando pequeñas reparaciones, poniendo a punto su infraestructura y diseñando una decoración para la ocasión.
«Dirigidos por el arquitecto de la Delegación de Hacienda señor Lizancos y con la participación directa del gobernador civil -el propio señor Arístegui clavó los cuadros- un equipo de carpinteros, albañiles y operarios llevaron a cabo los trabajos. El Ayuntamiento donostiarra ofreció su colaboración y el señor Alkain puso a disposición de los Reyes el mobiliario y servicios del palacio de Miramar, a fin de que los recuerdos de don Juan Carlos de su etapa de escolar estuviesen presentes en la decoración». Así se acondicionó aquella gran villa que en 1944 había adquirido para el Estado el ministro Lequerica al duque de Tovar.
La Cumbre no era desconocida para Juan Carlos y Sofía, que se alojaron allí durante su visita oficial como príncipes en 1973. En 1981, durante su única noche donostiarra, se encontraron con un curiosa decoración, que incluía los muebles traídos del palacio de Miramar y algunos cuadros pertenecientes al gobernador Arístegui de sus tiempos como diplomático en Sudamérica. En ese entorno desayunaron los monarcas «mamia hecha esa misma mañana en Azcoita, huevos pasados por agua, jamón cocido, fruta y té».
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