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MIKEL G. GURPEGUI
Viernes, 17 de febrero 2006, 01:00
Fue la casa del guarda del monte Ulía, cuando existía tal figura. Después se habilitó como casa de comidas. Habrá quien recuerde haber comido en él, en el restaurante La Cumbre. Y la última transformación lo dejaría como albergue municipal.
Hablamos del caserío Mendiko Etxeberri de Ulía. Un edificio que era noticia hace ahora dos décadas. En la edición de ayer, 16 de febrero de 1986, leemos la noticia: «El alcalde inauguró el albergue de Ulía». Con un largo antetítulo: «Tiene una cabida para sesenta personas y servirá principalmente para que jóvenes de otras localidades lo utilicen como intercambio a la salida de donostiarras a otros albergues».
Quince millones de pesetas de las de 1986 costó acondicionar el caserío como albergue. De esa cantidad, doce millones se destinó a las obras de remodelación.
Según describía entonces DV, «el nuevo albergue es un edificio de dos plantas en las que se han colocado todos los servicios propios que requiere este tipo de centros. En la planta baja se sitúa la cocina (...). En esta misma planta se sitúa el comedor, con amplias mesas y bancos, una sala de estar, la televisión, la recepción, una sala de conferencias, los dormitorios masculinos y los servicios higiénicos con varias duchas. En el segundo piso están los dormitorios femeninos, que al igual que los masculinos son de camas-literas de dos pisos. Asimismo la planta cuenta con servicios y duchas. En la buhardilla del edificio se sitúa la vivienda del conserje (...)».
El entonces alcalde Ramón Labayen se ocupó de presidir la inauguración del centro. Un acto que resultó más bien estridente. «Antes de proceder a la inauguración, varios miembros de la Banda Municipal de Txistularis procedieron a tocar una pieza musical en honor de todos los asistentes. Nada más comenzar la partitura, un grupo de jóvenes que reivindican desde hace tiempo un local para la juventud en el barrio de Bidebieta comenzaron a hacer sonar unos pitos en señal de protesta».
Sonidos reivindicativos y musicales rompieron la paz de Ulía. «Los txistularis siguieron con su música y las personas asistentes al acto, pese a que apenas podían escuchar a los músicos, siguieron el desarrollo del acto a pesar de la protesta. Acto seguido el alcalde cortó la cinta de rigor y todo el público que asistía al acto entró en el albergue a visitar todas las dependencias de este centro». Había nacido, con mucho ruido, el albergue de Ulía.
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