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Sábado mágico de Carnaval
INAUTERIAK 2006

Sábado mágico de Carnaval

No todo fueron carrozas y desfiles. Desde primera hora de la mañana y hasta la noche, el buen ambiente se apoderó de unas calles rendidas al dios Momo

AMAIA BIAIN

Domingo, 26 de febrero 2006, 01:00

SAN SEBASTIÁN. DV. Un año más, el sábado de Carnaval aglutinó desde primera hora de la mañana en San Sebastián a etnias, animales, monstruos y personajes de todos los tiempos. Los donostiarras se despojaron de todas sus vergüenzas y, disfrazados, barrieron las calles de tristeza y aburrimiento.

A las once de la mañana una fanfarre egipcia salió de la Plaza Zuloaga, acompañada por un centenar de personas que no dejaron de bailar durante todo el recorrido. Entre la amalgama de personajes, destacaban dos inspectores anti-tabaco, un aladín montado en su alfombra y el protagonista del filme La matanza de Texas, pero made in Donosti, pues en su espalda un cartel rezaba La matanza en Donostia. «Todos los años elijo una peli de terror. El año pasado mi disfraz decía Sé lo que hiciste los últimos carnavales», explicaba Manolo Fernández. El grupo recorrió el Boulevard y se encaminó hacia el hotel Londres, en busca del dios Momo -encarnado por Ismael Silva-, quien salió puntual a saludar a sus siervos, vestido de rey medieval.

Todos juntos, tomaron un aperitivo a la entrada del hotel para dirigirse, a continuación, al Ayuntamiento. Allí le aguardaba el concejal de Turismo, Enrique Ramos, encarnado en el malvado personaje de La guerra de las galaxias, Darth Vader, para otorgarle los máximo poderes de la ciudad hasta el martes de Carnaval. El dios Momo entró en el salón de plenos, precedido por los zampanzar, y subió al estrado, acompañado por su séquito -Merche Urtado, Reyes Morens y Roberto Gallego-. Tras ser presentado por Caperucita Roja, recibió el poder de manos de Ramos y expresó su «alegría» por ser el representante del «espíritu carnavalero» de este año. Después de exponer sus pretensiones y deseos para Donostia, los carnavales arrancaban de verdad: el pueblo ya tenía regidor y podía celebrarlo con música y una nueva merendola. Mientras, a las 12.30 horas, el Boulevard viajaba al pasado, hasta la Argentina de los años 40 y 50, la época dorada del tango. Varios miembros de la Asociación Guipuzcoana de Amigos del Tango, Ágata, vestidos de la época, danzaron hasta las dos de la tarde y reunieron a un corro de curiosos que miraba con envidia la estampa.

Por la tarde, les tocó el turno a las comparsas tradicionales que, aunque su hora para dar rienda suelta al jolgorio era las seis de la tarde, no salieron hasta media hora después, de la plaza Zuloaga. Por un lado, los Bebés de la Bulla alegraron una vez más las calles, vestidos de colegialas. Dos institutrices, varios profesores, un bedel y colegialas con pestañas kilométricas se escaparon de las monjas mientras coreaban: «Somos las niñas de la Salle, nos gusta que las monjas nos lleven al valle, cogemos florecitas, cogemos mariposas, porque somos delicadas como pétalos de rosa». A medio camino, una de las institutrices paró a la clase para preguntar la lección, con un resultado muy negativo, y continuar cantando Borriquito como tú.

Mientras, la comparsa de los Percebes bajaba por la calle 31 de agosto, hasta la Plaza de la Trinidad, donde los tambores sonaron al unísono. Un total de 19 personas, entre pulpos, peces, almejas, pescadores y, sobre todo, percebes, encabezaron esta comparsa tradicional, que tiene sus orígenes en la última parte del siglo XIX.

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