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Domingo, 26 de febrero 2006, 01:00
El Libro El Passo Honroso de Suero de Quiñones fue redactado por Pedro Rodríguez de Lena, escribano que asistió a este torneo para dar fe de él, siendo su relación compendiada por Juan de Pineda más de un siglo después (Salamanca 1588). Se trata de un suceso histórico también citado en la Crónica de Juan II, monarca que autorizó su publicación en los Anales de Aragón, de Zurita.
El caballero Suero de Quiñones, joven de veinticinco años, había hecho la promesa de llevar al cuello, todos los jueves, una argolla en señal del cautiverio amoroso en que le tenía su dama y para librarse de ello se comprometió a defender, en unión de otros nueve compañeros, el puente de San Marcos de Obrigo, a seis leguas de León, desde el 10 de julio hasta el 9 de agosto de 1439.
Se convocó un torneo al que fueron invitados todos los caballeros de dentro y fuera de España. La familia Quiñones costeó la comida y estancia de los 68 caballeros que acudieron a la cita. Los combates fueron inaugurados por el citado Suero y el alemán micer Arnaldo de la Floresta Bermeja. Se celebraron setecientos combates, se rompieron trescientas lanzas y todos quedaron heridos menos Quiñones y sus compañeros. Terminado el torneo, los jueces le declararon libre de llevar la argolla y, en agradecimiento, los diez caballeros incluyeron dicha argolla en sus escudos de armas.
Esta historia, a la que los periódicos donostiarras dieron amplia cobertura, no tenía otro objetivo que ambientar la ciudad para el gran acontecimiento que estaba previsto celebrar en los Carnavales del año 1900.
San Sebastián había logrado sus metas turísticas veraniegas y necesitaba potenciar el turismo de invierno. Así, principalmente el Gran Casino volcó sus esfuerzos en las fiestas de invierno, es decir, en los Carnavales, consiguiendo en un solo año situar a la ciudad entre las cinco mejores europeas que celebraban Carnaval.
Aprovechando el cambio de siglo se echó la casa por la ventana siendo uno de los principales alicientes del programa carnavalero de dicho año la comparsa-espectáculo que recordaba El Passo Honroso de Suero de Quiñones.
Después que la «Tamborrada del día de San Sebastián» hubiera recibido el sábado 24 de febrero al dios Momo, que llegó acompañado de los dioses de la Locura, la Alegría y la Risa, y tras una noche de músicas, bailes, carrozas y comparsas, por la mañana del domingo dos portaestandartes con las enseñas de los contendientes, cuatro clarines, dos pajes y cuatro soldados de a caballo acompañaron por las calles al pregonero que anunciaba las condiciones a que debía ajustarse el torneo de la tarde. Apenas pasada la hora del almuerzo, las calles que conducían a la plaza de toros de Atocha fueron un derroche de máscaras entre las que destacaban las de los grupos que iban a participar en la contienda medieval. A la hora indicada, con los asientos totalmente ocupados, comenzó el desfile del cortejo de Don Suero de Quiñones (representado por el señor Sotomayor), vestido con armadura y casco de acero y enjaezado su caballo con gualdrapas de tisú de plata. Precedido de músicas, le seguía su escudero, heraldos, caballeros, pajes, músicos, palafreneros y gente del pueblo vistiendo con gran riqueza y gusto. Hecho el paseíllo entre los aplausos de un público deslumbrado por tanta belleza, se colocaron en la tribuna a ellos destinada.
Todo el vestuario y objetos de atrezzo fueron traídos de la Casa Miller, de París.
Lanzado el reto por un heraldo situado en el centro de la plaza, hizo su entrada el cortejo de don Juan Freire de Andrade (representado por el señor Elorrio), uno de los caballeros que la historia cuenta participó en el torneo, cuyo distintivo era de color morado, armadura morada y gualdrapa de oro. Al pasar frente a Quiñones tocó el escudo con la lanza aceptando el reto y se colocó en su tribuna.
Elegidas las armas y nombrados los padrinos entró en el ruedo la comitiva del Rey de Armas, formada por los jueces de campo, gente del pueblo y soldados de la Reina del Carnaval, que lo era la señorita Guillermina Aguinagalde. Desfiló en litera acompañada de caballeros y numerosas sillas de manos en las que iban distintas damas, rodeados todos de heraldos, doncellas, trovadores, bailarines, músicos...
Comprobadas las lanzas, las espadas y los escudos, los dos caballeros se presentaron en el lugar del torneo vistiendo con armadura de hierro y casco de celada, montando briosos caballos que lucían mantos de seda, oro y plata. La lucha, en buena liz, duró unos quince minutos. Quebraron varias lanzas sin caer ninguno del caballo, siendo declarado vencedor Suero de Quiñones a quien la Reina entregó la banda rosa del triunfo y las bandas, al unísono, interpretaban la Marcha triunfal de Juana de Arco.
De pronto, el cielo azul azulísimo se puso gris grisísimo, descargando agua como hacía tiempo no lo había hecho, cosa que no desanimó ni al público ni a los cientos de participantes. Las parejas bailaron minués en honor de los vencedores, originales de José María Echeverría y Oñate, y se corrieron cintas mientras los orfeonistas ejecutaban La Gran Cantata a la Guerra y a la Belleza, original del maestro José Rodoreda.
Mojados pero contentos, donostiarras y visitantes se desplazaron desde Atocha hasta la Alameda para presenciar la Gran Retreta presidida por un enorme dragón, diseñado por Rogelio Gordón, que debido al agua no pudo lucir la infinidad de luces que encerradas en bombillas de cristal de color debían haberle dado vida.
PROXIMO DOMINGO I Comparsas guipuzcoanas del siglo XIX.
Próximo domingo: Comparsas donostiarras del siglo XIX
1900
Con una población de 35.500 habitantes, San Sebastián recibió 37.000 forasteros para presenciar las fiestas de Carnaval.
2006
Las cabalgatas de sábado y domingo centran la programación del carnaval donostiarra
COLUMNA
EL CARNAVAL DE 1979
Después de varias décadas durante las cuales estuvo prohibida su celebración, el año 1979 se recuperaron los Carnavales Donostiarras con una importante participación.
Se repartieron gratuitamente 216 instrumentos para que las comparsas fueran creando sus propias txarangas; el viernes estuvo dedicado a los barrios de Altza, Amara, Antiguo, Parte Vieja, Egia, Gros y Herrera; las cabalgatas tuvieron lugar el sábado y domingo; verbena y concursos la noche del sábado; cabalgata infantil el lunes y Entierro de la Sardina el martes.
En recuerdo de aquellos pioneros, citamos a los protagonistas de dicho año:
Cartel: Jesús Arnaez. Dios Momo: Pedro Gabirondo. Mejor comparsa: Eskola. Mejor carroza: KU
Premios del concurso de disfraces consistentes en 25.000, 15.000 y 5.000 ptas.
Individual femenino: 1º. Ana Isabel Rabina (My Fair Lady), 2º. Cristina Aldasoro (Conde Broken) y 3º. Juana Molina (Cigarrera).
Individual masculino: 1º. Juan Mª. Doururier (Obelix), 2º José Mª. Iriarte (Jomeini) y 3º Javier Arrieta (Payaso).
Parejas: 1º. 30.000 ptas. Mª. Agustina González y José Mª. Unsain (Japoneses), 2º. 20.000 ptas. Mª. Jesús Calderón y Patxi Salaverría (Personas gordas) y 3º. 10.000 ptas. Rosa María Mendizábal y Josetxo Fuentes (Samberos brasileños).
Premio de 25.000 al disfraz más original: Koldo Jáuregui.
Al ser más de 600 los participantes en el concurso de disfraces infantiles, los premios se otorgaron por sorteo.
Patrocinados con 2.500.000 pesetas por el Casino, que hacía poco había abierto sus puertas, el presupuesto se repartió como sigue: fanfares, 500.000; carrozas, 150.000; orquestas, 200.000; comparsa iñudes 80.000; subvenciones varias, 500.000; premios, 300.000; varios, 770.000 ptas.
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