MIKEL G. GURPEGUI
Martes, 28 de febrero 2006, 01:00
El domingo ya era lunes -o sea, eran las 00,40- y un frío siberiano recorría Donostia como sólo lo hace los días de Carnaval. En la Parte Vieja apenas había un alma, y estaba sin disfraz y con abrigo.
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Bueno, sí se veía, de regreso a casa, a tres chicas vestidas de vaqueras, que hacían que diesen un respingo los espectadores que salían de ver Brokeback mountain en el Príncipe. Unos timbales intentaban poner calor en una gélida plaza de la Constitución con absurdas guirnaldas. En el Boulevard, la vendedora de flores estaba de retirada, y el Kursaal había apagado sus colores. El domingo ya era lunes y volvía a confirmar que el Carnaval no es lo nuestro.
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