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La catedral de 'El Buen Pastor'
La catedral de 'El Buen Pastor'
PASADO Y PRESENTE

La catedral de 'El Buen Pastor'

1953... Se inauguró la iglesia del Buen Pastor, hasta entonces instalada en uno de los pabellones del Mercado de San Martín de la calle Urbieta La iglesia catedral del Buen Pastor sigue siendo uno de los monumentos de la ciudad más fotografiados por quienes nos visitan ... 2006

JAVIER SADA

Domingo, 4 de junio 2006, 02:00

Tal día como el de hoy, 4 de junio, del año 1953, la iglesia del Buen Pastor inauguró dos de sus elementos más básicos: la sillería para el servicio coral, realizada por la casa Goicoechea y Arín, de Vitoria, y la mesa del altar mayor, de mármol negro procedente de Marquina, consagrada el 30 de julio siguiente.

Aquel 4 de junio de hace cincuenta tres años era uno de los «tres jueves que relucen más que el sol»: Corpus Christi, y hacía cuatro que la iglesia había adquirido categoría de catedral por la erección de la nueva diócesis -2 de noviembre de 1949- por la bula 'Quo commodus' que la segregaba de Vitoria.

Faltaba todavía un año para la inauguración del nuevo órgano -19 de enero de 1954- que considerado el mayor de España y uno de los mayores de Europa sustituiría al primitivo Aquilino Amezua, y en la procesión general faltó, porque en aquel momento no lo había, el párroco de la iglesia: Ignacio Lasquibar había fallecido el 23 de marzo de 1953 y el nuevo, Román Laspiur, no llegaría hasta 1954.

Aprovechando la efemérides dedicamos nuestro espacio de esta semana a recordar cómo fue la inauguración de esta iglesia donostiarra, uno de los edificios más fotografiados por quienes nos visitan y poco valorado por quienes a diario circulamos a su alrededor.

Sabidos son los antecedentes del templo en sus instalaciones provisionales de la calle Urbieta (esquina con San Marcial y uno de los pabellones del Mercado de San Martín) y la propuesta de algunas personas como lugar idóneo para la construcción de la nueva iglesia los terrenos que estaban ganándose con la retirada de las aguas del Urumea.

Manuel Echave, arquitecto provincial, realizó los trabajos oportunos para la realización del proyecto y el 29 de septiembre de 1888, con asistencia de la Reina Regente, se colocó la primera piedra, aunque las obras propiamente dichas no comenzaron hasta el 24 de marzo de 1889.

Ocho metros y medio de cimentación sobre varios metros de arena comprimida, piedra sillar de las canteras de Igueldo, mampostería caliza y cemento hidráulico fueron elevando el edificio hasta llegar a las bóvedas construidas con toba fosilífera del pueblo de Ocio (Burgos).

Madera de roble, salvo en el presbiterio que se utilizó pino del norte, fue cubriendo el piso, y mientras Julio Gargallo ejecutaba los trabajos en piedra de capiteles, adornos y agujas, Pedro Zabaleta se encargaba del dorado y la empresa Talleres de Escultura de Bilbao se ocupaba de la imaginería. Construía Juan Riera el altar mayor, Nicolás Mendive el púlpito y Máximo Urbina la araña del centro, mientras el platero Ortiz de Arri se esforzaba con los ciriales, candelabros y custodia. Bolinaga y Cia. de León trabajaron las ventanas y la Casa Pujol, de Barcelona, las vidrieras.

La labor de los citados, y de otros que quedan en el tintero, dio como fruto una iglesia cuya longitud de la nave central es de 77,80 metros, 61,60 los laterales contiguos y 29,30 los siguientes. 36 por 12 metros la nave del crucero y 6 las laterales, resultando en total una superficie de 1.915,20 metros cuadrados, sin contar la sacristía y sala capitular. Como muchas veces ocurre, aunque los donostiarras habían ido viendo crecer, poco a poco, la nueva iglesia, no fue hasta el día anunciado para su inauguración cuando se dieron cuenta de sus auténticas dimensiones.

Desde el pavimento del templo hasta la clave de las bóvedas una altura de 25,40 metros, 11,60 las laterales y 5,75 la cripta, y la torre, que se inauguró con 33,70 metros de altura, alcanzaría los 75 metros cuando el 2 de mayo de 1899 se colocó la veleta y el pararrayos. En su centro, por 3.970 pesetas, Benito Yeregui construyó el reloj.

A las diez de la mañana de aquel 30 de julio de 1897 el Ayuntamiento salió en Corporación desde la plaza Constitución acompañado de maceros y atabaleros vestidos de gala, y cientos de personas que no querían perder el acontecimiento de la consagración del templo.

A la misma hora, en la otra parte de la ciudad, una compañía del Regimiento Valencia con banda de música recorría la calle Urbieta dirigiéndose hasta la calle San Martín, donde esperaban las autoridades, corporaciones e invitados.

En el atrio, el obispo de Vitoria, coadjutores y clero, presidido por el arcipreste Martín Lorenzo de Urizar, esperaban con el palio para recibir a la familia real.

Poco antes de las once comenzó el repique de campanas -no las actuales- al tiempo que desde distintos lugares se disparaban cohetes anunciando la llegada de los reyes. La reina María Cristina vestida de color lila, la infanta María Teresa y la Princesa de Asturias de azul, el rey Alfonso XIII de alumno de Infantería... tomaron asiento bajo el aterciopelado dosel rojo que se les había preparado junto al altar.

Todo el día hubo fiesta en la ciudad anunciada por las músicas, colgaduras e iluminaciones que apenas atardecido se vieron por las calles de Urbieta, San Marcial y Loyola. Se trataba de trasladar el Santísimo desde la iglesia de San Martín hasta la actual Buen Pastor, todavía bajo la advocacion del Sagrado Corazón.

La banda municipal, representantes de las cofradías e infinidad de fieles con velas encendidas, clero y órdenes religiosas, el Santísimo conducido bajo riquísimo palio por el Dr. Ramón Fernández de Pierola, obispo de la diócesis, el Ayuntamiento... todos procesionaron un tanto impresionados por el efecto causado por los cientos de farolillos venecianos que adornaban el recorrido.

Al frente, la nueva iglesia lucía en su parte más alta una gigantesca cruz formada por lámparas incandescentes blancas y rojas y la plaza parecía arder por el efecto de las luces, los cohetes y los chupinazos.

La fiesta se prolongó hasta últimas horas de la noche con lanzamiento de bengalas, toro de fuego, conciertos musicales y la actuación del Orfeón Donostiarra.

Próximo domingo: Desde el Balcón de Pilatos

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