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Los eslovenos de mediana edad cuentan que tienen la cabeza en Austria, los pies en Italia y el corazón en los Balcanes. En el fondo se sienten más centroeuropeos o exyugoslavos que balcánicos, algo incluso lógico por mera situación geográfica. Ubicado entre Italia, Austria, Hungría, Croacia y casi 47 kilómetros de costa en el Adriático, Eslovenia es un pequeño país de poco más de 2.100.000 habitantes, algo menos que Euskadi –aunque su superficie sea más extensa–. Y como sucede en el País Vasco, se puede desayunar en una punta del territorio y comer en la otra: amanecer en una montaña alpina, descender a la mayor cueva turística de Europa, almorzar en un viñedo 'toscano' y cenar bajo la luna adriática. Todo ello mediante una suculenta gastronomía reconocida ya en las principales guías.
Cómo llegar. El touroperador Soltour organiza circuitos por Eslovenia con vuelos directos a Liubliana desde varios aeropuertos
Desde Vitoria El 15 de julio volará un avión desde el aeropuerto alavés a la capital eslovena. El 8 de julio habrá otro vuelo directo desde Pamplona
Circuitos La mayoría son de una semana, con visita a Liubliana y otras zonas optativas
Con semejante materia prima, es inevitable que Eslovenia se vaya abriendo al turismo y deje de ser uno de los secretos mejor guardados del Viejo Continente. Su capital, Liubliana, fue elegida Mejor Destino Europeo en 2022. Y enseguida es visible por qué. Es una ciudad cómoda, ideal para recorrerla a pie o en bici, con su densa historia reflejada en su variada arquitectura y una vida repartida a ambos lados del río Ljubljanica, que separa el casco antiguo de la urbe más moderna y comercial, y que concede a los liublianeses una playa fluvial.
Surgida como campamento militar romano en el siglo I a.C. –luego fundada como Emona–, en Liubliana todos los caminos llevan a la plaza Prešeren, que recibe el nombre del ilustre poeta romántico del siglo XIX. Desde aquí, a través del puente Triple, es obligatorio visitar el castillo, situado en lo alto de una colina desde la que se divisan la mejor panorámica 360º de Liubliana. Muy cerca de la coqueta plaza del mercado, es tentador ascender en funicular –la opción a pie la dejamos para el descenso por un sendero entre árboles–. El castillo se puede recorrer por libre –hay autoguías– o mediante el circuito de 'La máquina del tiempo', una visita teatralizada a cargo de guías locales caracterizados de diferentes personajes claves en su historia, que recorren sus murallas, sus pozos, sus patios. Finalmente, compensa subir los casi 100 peldaños hasta el mirador de la torre para otear la ciudad que queda a los pies.
Como está dicho, entre los atractivos eslovenos está su gastronomía, con una selecta constelación estelar en la guía Michelin. La palma se la lleva Ana Ros, con tres estrellas en su restaurante Hisa Franco en Kobarid, en la frontera con Italia. Pero en la capital eslovena, la que fue mejor chef femenina del mundo en 2017, ha abierto recientemente Jaz (Yo), un concepto personal y apto a más bolsillos.
Tras la jornada urbanita, medio centenar de kilómetros por carretera hacia el noroeste nos plantan en Bled y el lago de la fotografía más icónica del país. Es un paraje bien conocido en el mundo arraunlari por acoger campeonatos mundiales y europeos de banco móvil. Se puede remar en kayak o que nos lleven a bordo de los tradicionales 'pletnas' que conectan con la isla. Se puede comer o degustar dulces típicos de la zona, y también subir los 99 escalones de la iglesia hasta el campanario. Una de ellas la tañe el visitante mediante una cuerda frente al altar.
Toda esta zona de los Alpes Julianos es muy propia para practicar senderismo, deportes acuáticos, paseos a caballo o en bicicleta, aunque es una zona de montaña y exige cierta forma física. El monte Vogel, que alberga una estación de esquí a la que se accede en teleférico, regala una vista preciosa sobre el lago Bohinj y hectáreas y hectáreas de bosque –Eslovenia es el tercer país más boscoso de Europa–.
El paraje termal invita a alojarse en un hotel especializado. Como el Rikli Balance, que sigue la filosofía del naturópata suizo Arnold Rikli, que conjugó los baños de sol, aire y agua con una dieta vegetariana en lo que bautizó como 'cura atmosférica'. Piscinas burbujeantes con tobogán, saunas... Quien opte por saltarse el menú y 'pecar' con comida local, puede ir al restaurante del castillo más antiguo del país (siglo XI), donde conviene reservar mesa.
Bajando hacia los lindes con Italia está la región de Goriska Brda. Algo así como la 'Toscana eslovena', con viñedos, olivos y frutales. Hace 30 años era una zona «muy pobre» donde se hacía «un vino horrible», pero los viticultores supieron «reinventarse» hasta hacer «uno de los 100 mejores vinos del mundo», explica Tina Novak, directora de turismo local.
Uno de esos caldos lo produce el expiloto Ralf Schumacher, que se enamoró de ellos en una fiesta que no le dejó resaca. Entre sorbo y sorbo, Tina explica que toda su familia ha nacido en Brda, pero sus abuelos nacieron austriacos, sus padres italianos, ella es yugoslava y sus hijos, eslovenos. Es el colmo del espíritu centroeuropeo.
Siguiendo hacia el sur, llegamos al Adriático: a Portoroz –el 'Saint- Tropez yugoslavo', con sus antaño lujosos casinos surgidos durante la Belle Époque, que vivieron su auge en los años en que el juego estuvo prohibido en Italia–, Izola o las venecianas Koper y la preciosa Piran, donde la familia Fonda ofrece visitas guiadas a su piscifactoría de lubinas y doradas criadas «de manera sostenible» a un salto de Croacia, según cuenta Irena, hija del fundador. Y a dos saltos de Trieste, los Lisjak nos reciben en los olivares de su almazara, donde el joven Luka comenta que 2023 fue un año «catastrófico» en Eslovenia para la producción de aceite, tal como pasó en España. La familia cuenta con 7.000 olivos, y dispone entre sus actividades la visita a sus campos en sus viejos y coloridos Zastava, la versión yugoslava (ahora serbia) de los históricos Fiat 900 de los años 70-80.
De regreso a Liubliana, atravesaremos la Eslovenia kárstica. Entre sus miles de cuevas, hay que parar sí o sí en la de Postojna, con 24 kilómetros de galería, 5 de ellos abiertos al público. Casi 4 se recorren en un tren eléctrico y el resto, a pie. Fueron abiertas en 1819, y en 1884 ya disponían de luz eléctrica, antes que muchas localidades europeas. Las enormes estalactitas y estalagmitas, que crecen un centímetro cada siglo, son fieles notarios del tiempo en la obra maestra excavada por el río Pivka. A menor escala, el puente Ruso también refleja la historia, ya que fue construido por prisioneros rusos durante la I Guerra Mundial. Supervivientes de todo, son los señores de Postojna, el conocido como pez humano, que habitan en el río y se puede contemplar: son ciegos y ¡pueden aguantar diez años sin comer!
A solo 9 kilómetros de aquí está el castillo de Predjama, que pasa por ser el más grande del mundo excavado en una cueva, con la particularidad de que la entrada se encuentra en una pared vertical. Es uno más de los encantos que esconde Eslovenia.
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A. González Egaña y Javier Bienzobas (Gráficos)
Lucía Palacios | Madrid
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