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¡Levad ancla, piratas del Cantábrico!Iratxe López
Viernes, 5 de mayo 2023, 19:24
Adoramos las historias de piratas y corsarios, que no son lo mismo, pero lo mismo da. Unos robaban sin permiso y otros lo hacían con ... el beneplácito gubernamental. Los piratas se dedicaban al saqueo puro y duro, decían aquello de «¡Al abordaje!» y saltaban a invadir barcos ajenos. Los corsarios contaban con la famosa patente de corso, una autorización para actuar según las leyes de la guerra. Simplificando, estos últimos saboteaban navíos de naciones enemigas con el objetivo de causar pérdidas a su comercio, aunque alguna vez se les iba la mano y traspasaban el límite.
Corsario era, por ejemplo, el famoso Francis Drake, quien recibió en su tierra el rango de caballero, aunque por lares españoles, donde sufrían sus ataques, el inglés era tenido por pirata. Aquí nos ocupamos de los propios, esos que partían de nuestros puertos hacia el océano. Surcamos los mares en busca de la estela marcada sobre las olas... y sobre la historia.
El primer corsario santutziarra documentado fue Sancho Ibarra, así que con él viajamos al siglo XVI. Un panel del museo lo menciona; un par de extractos de las Ordenanzas del corso de 1718 lo acompañan. Hay expuestas, además, las réplicas de una pistola de chispa y una patente de corso para que puedas entrar en ambiente. Pero volvamos a Ibarra. En el año 1521 comandó una carabela del portugalujo Lope de Matute y algunos dicen que, de vez en cuando, traía más de lo que debía; vamos, que se adueñaba de cosillas para las que no tenía permiso. Otro corsario nacido en Portugalete, Francisco de Berriaga, fue encumbrado en su época. Con 'El Júpiter', nombre de su fragata, apresó y trajo a puerto 23 barcos en 1741. El 23 de diciembre de ese año, por ejemplo, amarró uno de 18 cañones que navegaban hacia América cargado de harina. Parece que en 1739 el Ayuntamiento le encargó la defensa de la villa al frente de las baterías del Solar. Murió en 1742 durante una campaña, según un informe «por la cobardía de la tripulación».
Defensas no le faltaban al municipio guipuzcoano, desde luego. La entrada desde el Cantábrico debía ser protegida de los ladrones del mar. Conocidísimas son las murallas y el castillo de Carlos V, actual parador. Con el objetivo de proteger el puerto nacía, además, esta fortaleza conocida como 'Castillo de los Piratas'. Felipe II ordenaba su construcción en 1598. Quería que piratas y corsarios dejaran tranquilas las naves fondeadas allí. Por eso vigila sobre el acantilado, en la Punta de Uxando del Cabo de Higer.
Si te inscribes en las visitas guiadas que organizan desde mayo conocerás más datos (www.hondarribia.eus/es/). El nombre de la cita: '¡Piratas a la vista! La historia del castillo San Telmo'. «Se trata de un viaje en el tiempo desde el mejor balcón de Hondarribia», comentan sus organizadores. Gratis y de una hora, al grupo le espera el recinto perteneciente al sistema defensivo de la desembocadura del Bidasoa. Sobre 497 metros cuadrados que sumaban torre, cuartel de tropa y pabellón del oficial. Más plataforma repleta de cañones.
Rescatado en el siglo XVIII de su estado ruinoso por Fernando VI, el ingeniero Felipe Cramer fue el encargado de reconstruirlo con la idea de guardar allí la pólvora, 1.500 barriles según las previsiones, y restablecer su función defensiva. De ahí que nacieran las garitas de los ángulos para centinelas. Después, en 1957, la zona del foso cercana al acantilado acogió un búnker para cañones contra carros y una batería para la defensa del cabo. Curiosamente, el edificio acabaría convertido en caserío entre los años 1964 y 1980.
La propuesta es, como mínimo, original. Se trata de una 'escape room' a bordo de un velero, el 'Volans Primero'. ¿Y cómo se sale de un barco? Pues habrá que ir a comprobarlo. «Quien acuda, vivirá en primera persona una aventura pirata, la búsqueda del tesoro sobre las aguas de la costa», explican sus creadores (www.2millas.com).
El pirata Jack Smith ha saqueado varios navíos. Tras sus infames actividades necesita esconder el tesoro y decide hacerlo en la Bahía de El Abra. Como siempre anda metido en jaleos, acaba muriendo en una batalla, pero ha sido previsor y ha dejado una pista para que otros avispados surcadores de mar den con el botín, tú entre ellos. A partir de esa premisa toca resolver los acertijos que el capitán fue dejando, «mientras descubres las zonas más bonitas de la bahía a lo largo de cuatro horas de navegación que brindan una experiencia inigualable en compañía. Si gusta vivir emociones fuertes y resolver misterios a la vez que disfrutas de la brisa marina con vistas, esta es sin duda la mejor opción», señalan.
En este caso recordamos a uno de los corsarios más destacados al servicio de la corona de Castilla, almirante para más señas. Se enfrentó a los piratas en el Mediterráneo y a los ingleses en el Atlántico, por lo que pasó de llamarse Pero Niño a Conde de Buelna. La torre que lleva su nombre sirve de homenaje a este marino que en 1405 salió de Santander con tres naves de guerra bajo su mando. A finales del siglo XIV el Reino de Castilla no ofrecía un territorio apaciguado. Niño, que solo tenía de infante e inocente el apellido, supo sacar provecho. Nació en 1378, en la actual provincia de Valladolid. La llegada al trono de los Trastámara favoreció a su familia, perteneciente a linajes nobles con poco futuro, hasta que Juan I nombra a la madre nodriza del príncipe heredero, Enrique III el Doliente. De ahí que Pero recibiera educación cortesana junto al futuro rey.
En el siglo XV los actos de piratería se habían convertido en un problema para el comercio. Enrique III, ya mayorcito, acudió a Pero, que no sabía nada de barcos. Para compensarlo, se llevó al sevillano Juan Bueno y al genovés Nicolaso Boneldos a vigilar el Mediterráneo. Al principio no es que triunfara. Casi la lía en Marsella y acabó liándola en Cagliari, con incidente internacional de por medio. Un fenómeno el tipo. Así que partió hacia África, donde solo había enemigos, para atacar naves musulmanas.
Más tarde, en el Atlántico le fue mejor. Puso en práctica la estrategia que lo haría famoso: ataque relámpago, saqueo, incendio y vuelta a la base de operaciones para definir un nuevo objetivo. Muchos avatares después, debido a un absurdo empeño de llegar hasta la capital de Inglaterra, le hicieron creer que Southampton era la ciudad buscada y vivió con la idea de haber copiado la hazaña del almirante Fernando Sánchez de Tovar, que en 1380 arribó con veinte galeras hasta las afueras de Londres. Entre sus logros está saquear la isla de Jersey, a la que impuso un tributo anual que Castilla nunca cobró. Con 27 años volvía a tierra para ser armado caballero por el rey.
La torre recuerda que en Cantabria estableció su señorío. Fue construida, creen, en el XIV por su hermano, Alfonso Niño. Una visita, que guía su alférez, narra la vida del personaje. Reserva en el 942598425 o en reservascentros@culturadecantabria.es.
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