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GORRITIBEREA
Miércoles, 27 de agosto 2014, 08:27
En Mutriku se le conoce popularmente como La pequeña Suiza, por lo verde, lo frondoso de sus árboles, lo cuidado y lo bonito que es el valle cerrado de Olatz. Para llegar hasta él hay que perderse para terminar descubriendo algo insospechado que agrada la vista, se hace notar, te hace sentirte en paz, te impulsa a conocer, a descubrir, a gozar en definitiva.
El barrio de Olatz, con su típico paisaje de campiña atlántica, se sitúa hacia el oeste del macizo de Arno, Zona de Especial Conservación e integrado dentro de la Red Natura 2000. El espacio cárstico cuenta con una superficie de 1.011 hectáreas de las cuales el 75% pertenece a Mutriku y el resto a Mendaro. Es, sin duda, el paradigma del encinar atlántico que cubre hasta el 75% de su superficie, pero cuenta también con robledales en las zonas de mejor suelo o de alisos en el entorno de las regatas. Este manto verde posibilita el hábitat de una fauna que incluye especies amenazadas como el gavilán, el alimoche o el milano real, pero también de especies en clara expansión como el jabalí y últimamente el corzo. El karst ha posibilitado la constitución de cuevas, simas y diversas cavidades, hasta el punto de que la Sociedad de Ciencias Aranzadi tiene localizadas cerca de 150. Sin duda es el lugar idóneo para el paseo montañero y el excursionismo, sobre todo cuando calienta el sol, protegidos en todo momento por su arbolado.
Cómo llegar
Acostumbrados a las vías rápidas, para llegar a Olatz hay que levantar el pedal del acelerador. Saliendo de Mutriku en dirección a Ondarroa por la GI-633, a mano derecha tomaremos la carretera GI-3562. Pasaremos en primer lugar por la nueva calle Olatz bidea, posteriormente junto al abandonado campo de Ondabarro, para subir hasta divisar los magníficos caseríos Ibiritxo a la izquierda o Irabaneta en una pequeña depresión, a la derecha. Continuaremos por la zona asfaltada dejando a la izquierda el cruce a la ganadería Arno en el caserío Korostola y superado el alto, el resto será bajar hasta la plaza habilitada frente a la ermita. Ahí aparcaremos el automóvil, si bien se puede cubrir la ruta Olatz-Korostolamendi-Larruskain en Markina o en su caso la otra ruta Olatz-Korostolamendi-Arnoate-barrio Plaza en Mendaro. Ambas rutas son idóneas para hacerlas en bicicleta de montaña o a pie.
Pero sin duda la ruta recomendable es la pequeña ruta PR-GI 47 que nos llevará por Abeletxe, Kredoarri, Agerretxo, Eguzkitza, Ziñua, el sedal de Lete y Beliotegi para volver al punto de partida. Una especie de vuelta por las crestas del valle cerrado. En la primera parte de la citada ruta es más que previsible que nos topemos con caminantes que cubren el Camino de Santiago por la costa, que, llegados hasta la ermita del Calvario, suben hasta el nuevo albergue Izarbide para llegar hasta el collado de Apain a los pies del Arno y bajar hasta Olatz. El pasado año han sido más de ocho mil los peregrinos de toda índole que han superado este tramo.
Ziñua, el caserío vasco
Superar las canteras de Miruaitz, de las que se extrajeron las grandes piedras calizas para la construcción de la parroquia neoclásica de Mutriku, o el propio frontón municipal, que conserva el mismo nombre, es toda una sorpresa dado que nos topamos con el caserío Ziñua, totalmente rodeado de árboles, con los prados que bajan hasta el propio edificio. El prototipo de la Euskal baserria y de su cultura.
Hasta hace bien poco prácticamente aislado, sin más vistas que el cielo y la tierra, pero con calero propio, herrería, molino, horno de pan, tolare o prensa para la elaboración de sidra o serrería. Un caserío autosuficiente, incluso para el deporte, no en vano el afamado harrijasotzaile Pedro María Txurruka (1894-1964) nacido en el vecino caserío Aritza residió en el citado Ziñua, donde aún se conservan todas las piedras y plomos para sus competiciones. A escasos minutos hacia el noroeste se encuentran las tres cuevas de Jentiletxeta, las dos primeras excavadas por el antropólogo Joxe Miel Barandiaran el año 1927, y la tercera, en 1997. Es estas cuevas se encontraron cerámicas, puntas de flecha, raspadores o conchas perforadas. La tercera de ellas se sitúa entre el paleolítico y el neolítico, hace unos 11.000 años.
Ganadores en Idiazabal
Sin duda son los jóvenes los grandes protagonistas del valle: Ugaitz Mugerza, del caserío Iturritza, vencedor de la Urrezko Aizkora por parejas, y Beñat Egaña y Maitane Arrinda, del caserío Goienetxe, vencedores del concurso de queso celebrado en el Gazta Eguna de Idiazabal el 4 de mayo. Fue el 22 de febrero cuando realizaron la primera partida de queso con la leche cruda de sus más de 350 ovejas de la raza latxa. En esa primera partida lograron 40 unidades de las cuales guardan varias muestras para posteriores concursos. Para ahora han superado ya el medio centenar de elaboraciones, razón por la que ya han superado los dos millares de unidades, y más que deberán elaborar dado que el premio les ha abierto de par en par las puertas del mercado.
El paso inicial fue cuando, siendo alumnos aventajados de su difunta madre, Mila Albizu, se animaron a acudir a la escuela de pastores Arantzazu donde completaron su formación. A la vuelta, en primer lugar construyeron el pabellón para albergar sus 350 ovejas hace ya más de diez años, pero la verdadera apuesta llegó hace seis años cuando definitivamente se volcaron en la elaboración del queso. El resto ha sido un difícil y duro caminar, dado que el producto hay que elaborarlo y luego venderlo, pero según se vendía el consumidor repetía. Ahí estaba el éxito del producto. El pasado año quedaron en sexto lugar en el concurso de Ordizia, y este año han ganado nada menos que en Idiazabal.
Los corderos, al igual que la leche para la confección de la cuajada así como el propio queso, lo venden entre otros al restaurante Zelaieta que regenta Idurre Ezenarro, otra joven que apuesta por el valle. Sus especialidades son el cordero del valle, el rape o la chuleta, pero cuenta con un menú con capea ciertamente interesante. Además de la comida, ofrece una capea de más de hora y media en la plaza portátil instalada en el exterior por Andoni Mugerza de la ganadería Arno al precio de 36 euros todo incluido.
Lugar de reses bravas
De la treintena de caseríos con que cuenta el valle, media docena se dedican a la cría de ganado de carne, pero dos de ellos se dedican en cuerpo y alma a la cría de reses bravas. Etxerre y Korostola son los ejemplos. Los primeros se han retirado de las interminables sokamuturras, pero no así de lo que más les gusta: la cría de sus ejemplares. La ganadería Arno, cuya base está en el caserío Korostola, continúa animando las fiestas más representativas del entorno. Respecto a las diferentes razas, en Etxerre mantienen el Betizu, muy ligado a las zonas escarpadas y de difícil acceso, pero también hace tiempo que empezaron a trabajar con razas provenientes de Navarra, Salamanca y hasta de Sevilla. El resultado salta a la vista, pero sobre todo llama la atención la vaca colorada y su pequeño ternero que sin duda será una de las atracciones en un futuro próximo.
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