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Es Noruega. El país de los fiordos. De las cascadas. De la aurora boreal. Y de las cervezas a 10 euros... Aprovechando el vuelo directo entre Loiu y Oslo, es un destino muy apetecible al que se llega en tres horas de avión. A partir de ahí, las opciones son innumerables porque hablamos de un país muy largo. Larguísimo. Pero en un primer acercamiento es factible conocer su capital y Bergen, la puerta de entrada de los fiordos, en varias jornadas de ensueño. Bienvenidos a Noruega. Un regalo para la vista.
Inviertan un par de días completos para conocer Oslo. La capital es una ciudad moderna que se está reinventando. Dicen quienes la visitaron hace seis años, por ejemplo, que ha cambiado mucho en poco tiempo. Nosotros nos la encontramos a rebosar en un arranque de verano especialmente caluroso (tuvieron un mes de junio y julio inusualmente cálidos con temperaturas que alcanzaban los 30 grados) que además coincidió con los partidos del Mundial de fútbol, por lo que las calles eran un hervidero de aficionados de todos los colores y banderas.
Un paseo aristocrático arranca en el palacio real (Det Kongelige Slott) y acaba en el parlamento (Stortinget). Entre estos dos edificios luce la avenida Karl Johans Gate, ideal para pasear y tomar el primer contacto con la urbe. Ahí están también el teatro nacional, la universidad, la catedral, numerosas tiendas de moda... La calle acaba en la estación de tren.
Desplazándonos al oeste tenemos el ayuntamiento, sede de la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz. Muy cerca se alza la fortaleza de Akershus, que alberga un castillo, varios museos, jardines ideales para desconectar del mundanal ruido y una altura que brinda al viajero unas buenas vistas del fiordo de Oslo. La entrada a la fortaleza es gratuita, aunque luego hay lugares en su interior en los que sí se cobra por acceder.
El contraste con este guiño a la historia de la ciudad lo hallamos en la ópera, el edificio que ha revolucionado la postal de Oslo. Blanco, blanquísimo, situado a la derecha del puerto, inaugurado hace diez años, ganador de numerosos premios de arquitectura, está pensado también para andar sobre él y disfrutar de las vistas. Un espacio musical y también urbano que merece la pena recorrer por dentro y por fuera. Desde su cúspide verán agua, casas, montañas y grúas. Muchas grúas. No en vano, Oslo es la capital europea que más rápido está creciendo.
De vuelta en el ayuntamiento se puede comer en Aker Brygge, antigua zona de astilleros y embarcaderos que ha sabido adaptarse a una reestructuración. Manteniendo en muchos casos las antiguas estructuras de los edificios de origen, se puede ver una vertiente más moderna de la arquitectura. Abundan museos, tiendas y restaurantes que se llenan de gente cuando sale el sol.
Desde allí salen los ferris a la península de Bygdoy, la isla de los museos. Hay varios dedicados a las expediciones polares comandadas por ilustres noruegos y también a los antiguos barcos, aunque el que les recomiendo es el del pueblo (Folkemuseum). Es una exhibición de las construcciones arquitectónicas noruegas que abarca desde el siglo XVI hasta la actualidad. Una idea muy parecida a la que encontramos en Skansen, en Estocolmo. Ideal para pasar una mañana al aire libre.
De Oslo les quiero sugerir también una visita por el barrio de Grünerlokka. El antiguo y deteriorado barrio industrial renace ahora como zona de moda. Paseen por la ribera del río Akerselva y recorran Markveien y Thorvald Meyers, los dos epicentros de la zona. Aquí se respira la vida de barrio que tanto nos gusta investigar en nuestros periplos europeos.
A una hora en tren tenemos la oportunidad de conocer una bella localidad fortificada, de nombre Fredrikstad, una de las más bonitas de Noruega. Para acceder a ella hay que tomar un pequeño ferri, como si estuviéramos en Pasai Donibane. Si la contempláramos desde las alturas, apreciaríamos perfectamente el foso en forma de estrella que defendía uno de los enclaves medievales más importantes del país. En cualquier caso, es una gozada pasear por el camino herboso de la muralla y bajar después al pueblo.
Para desplazarse a Bergen es recomendable hacerlo en tren, uno de los trayectos más bonitos del Viejo Continente. En menos de siete horas contemplarán preciosos paisajes desde la ventanilla, un aperitivo de lo que se encontrarán en los días siguientes. Bergen, siempre bulliciosa, muchas veces lluviosa, encandila con sus casas de colores de Bryggen, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, que merece la pena recorrer también por dentro. Es la imagen que todos tenemos antes de llegar pero que sin embargo sorprende. Con el funicular de Floibanen podrán acceder sin esfuerzo a Floyen, la montaña que posee las mejores vistas. Nuevamente abajo, muy cerca de los puestos de pescado donde se oye mucho castellano, está la oficina de turismo. El lugar donde mejor les aconsejarán sobre las excursiones a los fiordos. Hay cantidad de opciones según el tiempo libre y la cartera que dispongan.
La primera incursión la hicimos con el ferri Bergen-Mostraumen, de poco más de tres horas de duración. Pero los que nos van a permitir conocer los encantos de Noruega son los dos siguientes: Norway in a nutshell y Hardanger in a nutshell. Son dos excursiones de jornada completa, de diez horas de duración, en las que se combinan el autobús, el tren, el barco y hasta un tren turístico espectacular.
El precio no es barato pero al cabo del día asimilas que has visto tantas cosas que entiendo que es una de las opciones de mejor relación calidad-comodidad-precio. El fiordo de Hardanger, considerado la reina de los fiordos, es más ancho, mientras que el de Naeroy, Patrimonio de la Humanidad, es abrupto, vertical. El primero enamora y el segundo, impone. Podríamos definirlos así.
Éste es un país donde la naturaleza, tan generosa como hostil, se mima, se cuida y se venera. Y es un país donde los lagos y las cascadas afloran por doquier. Estamos acostumbrados a fotografiarlas en los Pirineos pero una cosa es ver una que domina el valle y otra, verlas en cada esquina. Tremendo.
Huelga decir que la meteorología es un factor primordial para saborear este viaje. Si tienen suerte y los días son luminosos, volverán encantados. Y es que en Noruega sobran dos cosas: el petróleo y el agua. Bueno, tres. También la belleza.
Cómo llegar: Vuelo directo desde Loiu a Oslo.
Cuándo ir: Evitar el invierno por las bajas temperaturas.
Dos hoteles: Scandic Victoria (Oslo, Rosenkrantz gate, 13), hotel muy céntrico en la capital noruega y que posee todas las comodidades de la cadena. Scandic Bergen City (Håkonsgaten, 2), tres estrellas de Bergen que consta de tres edificios. Echamos a faltar que funcionara otro ascensor. Uno solo es insuficiente en pleno verano-
Un restaurante: Ruffino (Oslo, Arbins gate, 1). Magnífico italiano, de servicio impecable, en el que degustar todas las exquisiteces de #la gastronomía transalpina
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