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Iratxe López
Domingo, 30 de abril 2023, 07:45
Es la de Machado, Gerardo Diego y Bécquer; también la cantada por Gabinete Caligari. La de los 'Campos de Castilla', la 'Soria sucedida' y 'El ... rayo de luna'. La del olvido del amor que se cura en soledad (apunten el consejo Shakira y Piqué). Esa donde parece que las rocas sueñan, según Antonio. Y el Duero tuerce su cauce huidero, según Gerardo. Espera a poco más de tres horas en coche desde Donostia, por eso conocerla no implica un viaje largo. A cambio promete intensidad; regala mucho que ver y bastante que recorrer. Joyas románicas, rincones poéticos y agradables rutas senderistas desde la ciudad. Es Soria y, en caso de frío, sólo hay que abrigarse.
«He vuelto a ver los álamos dorados, / álamos del camino en la ribera / del Duero, entre San Polo y San Saturio», escribía Machado. Hasta ellos debes acercarte para conocer una de las imágenes más ligadas a la ciudad. El primero es particular, lo contemplarás desde fuera. El segundo, visitable gratuitamente. La atracción que provoca este templo en el que se funden naturaleza, arte e historia es casi mágica. Paisaje idílico, se mira en el río como en un espejo (conócelo de día, pero vuelve de noche, la estampa impresiona).
Los primeros pasos para salvar la ermita construida en varios niveles se dan a través de grutas naturales. Después encontrarás la Sala del Cabildo de los Heros, sede de las reuniones de la hermandad de labradores. La Capilla de San Miguel, con vidriera sobre otro milagro. La Sala de la Vivienda del Santero, que recrea su forma de vida a finales del XIX. La Sacristía, hogar que acoge la pieza más antigua, una talla gótica de Cristo crucificado. O la iglesia adornada por frescos del pintor barroco soriano Juan Zapata Ferrer.
El sendero en dirección Garray, que hermana Soria capital con Numancia por la orilla del río, es precioso. Cubre 7 kilómetros de ida más otros tantos de vuelta que apenas notarás. Porque no hay pendientes. Porque acompaña el arrullo del Duero y su entorno. Porque gran parte se desarrolla sobre pasarelas de madera que invitan a la aventura. No tiene pérdida, escoge la primera orilla según bajas del centro, antes de cruzar el puente medieval. Y sigue recto.
Atento solo a un último desvío cuando queden 2 kilómetros, justo donde un panel informa sobre la población celtíbera famosa por la resistencia frente a los romanos. La señal marca Garray subiendo a la izquierda. No hagas caso, continúa paralelo al agua. Por ambas rutas llegarás al destino, pero la orilla es más cómoda. Después, cruza parte del pueblo hasta la señal que indica el yacimiento y sube a visitarlo (6 euros).
Aprovecha el paseo desde San Saturio para acercarte o hazlo desde el centro, tras cruzar el puente de origen medieval hasta la margen donde se asentó la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Duero, procedente de Tierra Santa.
La escultura dedicada a Adolfo Bécquer, quien buscó inspiración en el Monte de las Ánimas cercano, aguarda antes del edificio (entrada 1 euro). Dos sectores dejan sin habla: el claustro y los templetes del interior de la iglesia. El primero se distingue como uno de los más originales del románico español por la variedad de influencias en su arquitectura: trazas románicas puras, arcos apuntados tendentes a la herradura, huellas bizantinas y árabes… una sinfonía artística que brilla magnífica los días de sol. Ya dentro de la iglesia te asombrarán los dos templetes con altares. Por su influencia oriental y capiteles con escenas bíblicas y seres fantásticos. Magníficos en su detallismo.
Tomar el PR-SO 113 es sencillo y te llevará, en poco rato, hasta una vista magnífica del Duero desde un mirador natural que recuerda los Arribes salmantinos y zamoranos, en menor escala. Aunque solo hayas recorrido 6,2 kilómetros cómodos, tendrás la sensación de encontrarte muy lejos de la capital. El paseo parte de la ciudad, primero por la margen derecha del río. Fíjate en la naturaleza que sale al paso y en ejemplos de arquitectura popular como el lavadero de lanas o la ermita de San Saturio. Al final del recorrido, el fluir sinuoso del agua dejará en tu memoria una imagen indeleble. Pide el folleto de la ruta en la Oficina de Turismo.
No puedes visitarlo porque alberga el Palacio de Justicia, pero nada te impide detenerte ante la monumentalidad de este Bien de Interés Cultural. Como chascarrillo te diremos que, sobre el escudo, se observa a una mujer asomada a la ventana. Parece ser la esposa de Francisco del Río, a quien su esposo quiso retratar así porque le gustaban demasiado las rondas y se decía que le había sido infiel. El edificio lo mandó levantar la familia Río y Salcedo entre los años 1577 y 1592 gracias al dinero obtenido con el comercio de la lana. El clan contaba ya en la ciudad con el Palacio de los Ríos y Salcedo (sede del Archivo Histórico Provincial), de preciosa portada renacentista y ventana en esquina, pero querían dejar claro su poderío.
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