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Nadie da cuentas

La política partidaria se basa esencialmente en la emulación. Basta que uno no se haga responsable de sus actos o no explique sus decisiones para que sus adversarios le imiten

Kepa Aulestia

Sábado, 7 de mayo 2016, 08:23

La coincidencia entre un panorama atomizado en diversas formaciones políticas y confluencias, la consiguiente dificultad para alcanzar mayorías claras en el gobierno de las instituciones y las incertidumbres en la búsqueda de soluciones a problemas inabarcables hace de la interinidad, de la provisionalidad y de ... la volatilidad partidaria un terreno propicio para que se diluyan dos de los valores que se le reclaman a la política democrática: el principio de responsabilidad y la transparencia. Al tiempo que los ciudadanos nos vamos acostumbrando a que no haya gobierno, o haya gobierno en minoría, o la mayoría de gobierno sea ecléctica, el poder político se llama a andanas. La nueva política acaba pareciéndose a la vieja en que, en medio de la confusión, nadie se siente obligado a dar cuentas. Paradójicamente, la sobreexposición de los actores, su fingida accesibilidad, les sirve para blindar decisiones e indecisiones, las de los partidos a que pertenecen y las de las instituciones que gobiernan.

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