La encuesta del CIS y el Sociómetro confirman la continuidad del clima de cambio político, tanto de cara a las elecciones generales del 26 de junio como a las autonómicas del próximo otoño en Euskadi. La segmentación partidaria ha venido para quedarse. Las cábalas sobre ... el resultado final de unos u otros comicios entretienen el momento. Los pronósticos acaparan la escena, dejando de lado programas, promesas y compromisos. Hasta han logrado que un dirigente socialista apele a la fe, declarando «no creerse» que algunos de los suyos les vayan a abandonar, cuando dieron todo de sí tras el 20-D. Quizá porque Pedro Sánchez no acabe de aceptar que este momento político es el paraíso de los reservones y de los más osados. De los reservones como Rajoy o como Urkullu, y como todos los barones socialistas, con Susana Díaz a la cabeza, y de osados de verdad como Iglesias.

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La polarización electoral no es un fenómeno ideológico, sino de poses reiteradas. Si acaso de estrategias dirigidas a despertar emociones, aunque las susciten en negativo, a modo de aversión hacia ese que sale tanto en la tele. Lo único claro es que quien se queda en medio acaba perdiendo en esta versión mediáticamente acomodada de una liza entre extremos. Los socialistas no tienen mucho margen para la remontada cuando tantos ciudadanos encuentran en el voto a Unidos Podemos la vía más directa de acceso a la inocencia. No se les puede reprochar que crean haberla encontrado en una papeleta.

Todas las terapias sociales son igual de legítimas. Y el verdadero éxito de los 'podemitas' se basa en que a una parte de todos los demás le gustaría ser como ellos: haber nacido ayer mismo sin siquiera la carga de un pecado venial, Venezuela aparte. Pero tampoco los de Iglesias y Errejón están a salvo del vértigo propio de la realidad política. 'El de la coleta' lleva semanas apareciendo por delante de los socialistas al declarar una y otra vez que quiere contar con ellos. Pero muchos de quienes le rodean desconfían de un ascenso ininterrumpido de sus expectativas electorales si Podemos no acierta a gestionar en positivo la oportunidad que le brindaría acabar de segundo tras el PP de Rajoy. Cabriola sin duda difícil la que deberá ejecutar Podemos para optimizar los réditos de su confluencia con Izquierda Unida. Porque, una vez de librarse de quienes se queden en medio, la pugna entre los reservones y los osados siempre se inclinará a favor de los primeros. En España y en Euskadi. Entre la búsqueda de la inocencia y el quedarse con lo puesto.

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