Sin contrapesos
Kepa Aulestia
Martes, 27 de septiembre 2016, 06:44
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Kepa Aulestia
Martes, 27 de septiembre 2016, 06:44
El PNV y Urkullu lograron el domingo un triunfo tan apabullante que deberán atenerse a un ejercicio diario de humildad y cortesía para restablecer la moral de sus adversarios si quieren encontrarse con interlocutores que se sienten al otro lado de la mesa con algún ... propósito claro. El entusiasmo con que EH Bildu celebró su resultado no le concede mucho más crédito que el que necesita para acabar de arreglar lo suyo, la liquidación definitiva de ETA dando cauce a la salida que sus presos estén dispuestos a admitir. Pero tanto la izquierda abertzale como Podemos Euskadi y sobre todo el PSE tienen suficientes asuntos internos que resolver como para actuar de contrapeso de los 29 escaños con los que ya cuenta Urkullu, bien sea en pos del acuerdo o a la hora de hacerse sitio en la oposición. Son todas ellas formaciones que están pensando en otra cosa. Lo que permite a los 'jeltzales' hacer casi lo que quieran, dentro de la legalidad y de la prudencia. Si ya al final de la legislatura anterior se permitieron ningunear a los socialistas vascos en la Ley Municipal mediante un pacto sorpresa con EH Bildu, la 'transversalidad' flota ya en el ambiente como si se tratara de un valor superior a la 'geometría variable', denostada por su cariz oportunista. Es imposible distinguir una de la otra. Pero las cosas cambian por el nombre con el que se las invoca.
Los cambios que ha experimentado el panorama político en los últimos dos años han trazado una divisoria equívoca y hasta equivocada entre el tiempo de las mayorías absolutas y este otro tiempo 'del diálogo y el acuerdo'. Como si el primero correspondiera al pasado y el segundo al futuro; como si el primero fuese contrario a la democracia pluralista y el segundo el efecto natural de la misma. Sin embargo eso del diálogo y del acuerdo y de la transversalidad son subterfugios que consagran los gobiernos en minoría como paraíso sin epítetos del partido que gana las elecciones. El partido que gobierna en minoría acapara el poder político transfiriendo a los demás grupos parlamentarios la responsabilidad de que salgan adelante las leyes, incluidos los presupuestos. Es el Edén que acaricia Mariano Rajoy, aunque llegue a él tras unas terceras elecciones. Es el estatus real en que se ha movido el PNV desde hace años como si fuera la manera natural de gobierno: la minoría frente a quienes no son capaces ni siquiera de ejercer la oposición por separado.
Euskadi votó al 62,26%. La abstencionista Galicia llegó al 63,66% de participación. Está claro que el domingo no fuimos los mejores. Sin embargo nadie se avergüenza por ello. Preferimos que el vecino no vaya a votar si su opción puede ser contraria a la nuestra. Practicamos un 'a modo de' privatización de lo público, disuadiendo a los demás de depositar una papeleta invalidada de antemano. Solo podía ganar Urkullu. Y todas las encuestas pronosticaron que ninguno de los otros saldría de las urnas en condiciones de incomodarle. Contamos por otra parte con un entretenimiento, Pedro Sánchez tratando de implantar un régimen plebiscitario en el PSOE para que las bases opten entre él mismo o quien se atreva a disputarle la secretaría general. Él encarnando la épica contra 'Rajoy el corrupto', y éste acariciando un gobierno en minoría sin contrapesos, como si hasta en funciones contase con la mayoría absoluta. A eso se limita el 'cambio' en España y en Euskadi.
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