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Iván Ramos, junto a la fotografía de su madre Maite Torrano, y Gorka Echave posan al lado de la silla quemada, lo único que quedó en pie del ataque a la casa del pueblo de Portugalete.
«A menudo veo a uno de los que mató a mi madre, pero para mí es como un fantasma»

«A menudo veo a uno de los que mató a mi madre, pero para mí es como un fantasma»

Iván Ramos, Hijo de Maite Torrano, recuerda el ataque contra la casa del pueblo de Portugalete

A. GONZÁLEZ EGAÑA

Domingo, 23 de abril 2017, 10:56

Iván Ramos Torrano tenía 13 años cuando el 25 de abril de 1987 un grupo de jóvenes, autodenominado comando Mendeku, lanzó una lluvia de cócteles molotov contra la casa del pueblo de Portugalete. En el interior, sus padres, Maite y Jesús, y otro puñado de militantes socialistas apuraban la espuela cuando fueron alcanzados por los artefactos incendiarios. Sus aitas fueron dos de los diez militantes socialistas que resultaron heridos de gravedad aquella noche de sábado de la semana de Pascua. Maite Torrano, ama de casa, falleció a los tres días debido a la gravedad de las quemaduras, igual que Félix Peña, trabajador de Astilleros de Sestao, que resistió en el hospital de Cruces hasta la semana siguiente. Los otros seis heridos fueron el entonces secretario general de la agrupación portugaluja Paco Echave y los militantes María Jesús García del Valle, José Luis Villanueva Zuñiga, María Teresa Olalde, Antonio de los Mozos, Mediavilla y Aurelio Pinedo. El martes se cumplirán treinta años del ataque a la sede del PSE del que tan solo quedó en pie una silla, «la superviviente», la bautizaron.

El hijo mayor de Maite y Jesús tiene hoy 43 años. Sigue viviendo con su mujer y su hijo de siete años en la villa jarrillera, en el mismo barrio de su infancia, aunque reconoce que hubo un tiempo que se tuvo que marchar y poner tierra de por medio. «Yo necesité hacerlo», confiesa. Retrocede treinta años en su memoria, hasta aquel sábado, el segundo de las vacaciones de Semana Santa. Iván y su hermana Saioa estaban en Villasante (Burgos), con una familia de amigos del colegio. «El domingo volvíamos a casa y, después de comer, nos sentamos a ver la televisión y la primera noticia del Telediario fue: 'Atentado en la casa del pueblo de Portugalete. Heridos graves María Teresa Torrano Francia, Jesús Ramos Bilbao y Félix Peña'. Así nos enteramos. Cuando aquello no había móviles y tampoco teléfono en la casa», relata.

-¿Cuál fue su reacción?

-Salí a la cabina de teléfonos que había en la carretera nacional para llamar a casa. ¡Inocente de mí! No había nadie, evidentemente. Llamé a mis tíos y tampoco. Los amigos nos llevaron al hospital. En un primer momento, no pudimos ver a mi padre, no nos dejaron. A mi madre jamás la volví a ver. Nunca más... Me había despedido quince días antes, hablamos por teléfono durante las vacaciones, pero nunca más volví a verla... Estuvo en la UVI hasta que falleció tres días después. Tenía el 90% de su cuerpo quemado. Fue algo horroroso.

Ese día, Jesús Ramos pidió el alta y a las puertas del hospital, con los brazos y la cara vendados, dio una rueda de prensa junto sus hijos y demás familia. Aquellas palabras se han quedado grabadas para siempre en su memoria. «Dijo alto y claro a quien quisiera escucharle: 'Han matado a mi mujer, pero estos 'hijos de puta' que sepan que nos van a tener enfrente a mí y a mis hijos'. Así ha sido», certifica Iván, testigo de «toda una vida familiar de lucha por la libertad de Euskadi». Sus abuelos combatieron en la guerra civil y su padre fue uno de los primeros en sacar la ikurriña en Portugalete con los grises. «Mi familia combatió primero contra el franquismo y luego contra la sinrazón del terrorismo de ETA», subraya.

En aquellos momentos se apoyaron, sobre todo, en las amamas y salieron de la difícil situación como pudieron. «Entonces no había ayudas de nada. Llegaba el funeral, ese día te arropaban un poquito, pero luego te quedabas solo, hasta el año siguiente que se hacía un homenaje. Todo eso lo hemos pagado de alguna manera a lo largo de nuestra vida», se duele. Como otros hijos de socialistas de aquella época, Iván se crió en la casa del pueblo. Cuando había manifestaciones «era el lugar desde el que plantar cara y decir aquí estoy yo». «Que sepáis que habéis matado a mi madre, pero no vais a poder con nosotros», pensaba. Sobre todo, porque el acoso no se quedó en aquel 25 de abril. Después del atentado, Jesús Ramos regresó a su puesto de trabajo en Altos Hornos y un día llamaron a casa cuando él estaba en la fábrica para advertirles que «no iba a volver a casa». «Unos desalmados», denuncia, sin olvidar «la persecución y las amenazas» que él mismo y su mujer han tenido que soportar.

Los autores

Los responsables del ataque fueron detenidos y juzgados. Fue considerado homicidio, no un acto terrorista. En marzo de 1991, la Audiencia de Bizkaia condenó a José Antonio Basterra Urrutia, Carlos Ciriaco Lázaro, Miguel Ángel Guerra Falcón, José Andrés Uribarrena Otxoa y José Manuel Vázquez Centeno a 20 años de prisión menor como autores del ataque. Jesús López Santa Coloma, que tenía 17 años, fue sentenciado a doce años. «El que más pena cumplió, Uribarrena, fueron doce años. Y por si fuera poco volvió a pasar delante del juez por agredir al también socialista Bixen Itxaso cuando era concejal en Pasaia», rememora. Iván les conocía. De hecho, uno de ellos está viviendo en Portugalete y le ve a menudo.

-¿Qué siente cuando se lo encuentra?

-Hoy para mí es como un fantasma. Antaño, no. Le ignoro totalmente. Tiene un hijo de cinco años y casualidades de la vida, vamos a la misma piscina, los niños juegan... De todos modos, a mi hijo intentaré educarle sin historias raras. No le voy a inculcar el odio que haya podido tener yo hacia esa persona, porque además su hijo no tiene culpa de lo que hizo su padre.

Nunca se le ha pasado por la cabeza preguntarle por qué atentó contra la sede socialista. «No necesito el perdón de ellos directamente», remarca. Tiene claro que tampoco perdonaría a quienes le quitaron «a la persona que me dio la vida y a la que más he querido en mi vida después de mi hijo. No les puedo perdonar. ¿Qué me van a explicar, qué me van a contar de una sinrazón y una barbarie?, reflexiona. Su deseo es que «pidan perdón a la sociedad por lo que han hecho, que condenen y digan, de una vez por todas, que matar no estuvo ni estará bien».

No cree que él llegue a asistir a ese momento, pero confía en que si pueda hacerlo su hijo. Iván Ramos es de los que apoya el acercamiento de los presos. Cree que las familias no tienen nada que ver con lo que hicieron sus hijos. «Yo como padre creo que también pediría que a mi hijo le acercaran. La dispersión no tiene ningún sentido hoy. El respeto a los derechos humanos es fundamental», expone.

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