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ELISA LÓPEZ
Sábado, 17 de junio 2017, 11:28
«Podemos celebrar que la verdad ha imperado y que, al final, se ha puesto algo de cordura sobre la mesa». El expresidente del Parlamento Vasco Juan María Atutxa (Areatza, 1941) se siente «pletórico y feliz» después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenara a España por violación de su derecho a un proceso equitativo en el contencioso por negarse a disolver el grupo parlamentario Sozialista Abertzaleak tras la ilegalización de Batasuna en 2003. El también exconsejero de Interior lamenta que se le condenara por desobediencia «sin un juicio justo». Por eso, confiesa con orgullo que estos días no paran de recibir mensajes de felicitación, incluso de gente que no les conoce de nada...
-Este caso le costó a usted la Presidencia de la Cámara vasca, además de un desgaste personal.
-Me costó la Presidencia porque fui vetado por tres fuerzas políticas; el PSE, el PP y la izquierda abertzale. Una coincidencia un poco extraña. Fui capaz de conseguir la cuadratura del círculo al poner a estos tres partidos de acuerdo. Pero a mí no me preocupaba tanto la cuestión política, porque yo entré siendo consciente de que la política es una cuestión de ida y vuelta. Lo que no podía aceptar ni comprender de ninguna manera es que desde aquella tribuna se me tachara de connivente con aquellos que sí eran de verdad conniventes con el terrorismo.
-La sentencia de Estrasburgo le da la razón, pero quizá el fallo no entra en la cuestión de fondo.
-Sí, sí. Va al fondo. El fallo entra en una cuestión enormemente importante, que es la de pisotear los derechos humanos. Lo que dice el tribunal es que se ha violado el artículo 6.1 de la Convención de Derechos Humanos Europeos. Por esto, el tribunal no tiene necesidad de ir más allá, porque algo tan fundamental como permitir a uno el derecho de defenderse, no lo hicieron ni el Tribunal Supremo ni el Constitucional. Es decir, el fallo condena a España porque no se nos proporcionó un juicio justo. Kontxi Bilbao, Gorka Knörr y yo sufrimos una larga injusticia. Se cometió una tropelía.
-Dijo que volvería a hacer lo mismo. ¿Cree que actuó correctamente?
-Estoy plenamente seguro. Y le garantizo que en toda mi trayectoria política siempre he mirado hacia dentro, he actuado acorde a mi conciencia. Pero hay que cosas que no se pueden pasar por alto. Cuando el presidente del Tribunal Supremo me pidió que disolviera el grupo Sozialista Abertzaleak no pude hacerlo porque el reglamento de la Cámara vasca no me lo permitía. No podía pisotear mi institución y sus reglas. Lo que se pretendió con el juicio, que nos ha hecho vivir un calvario de 14 años, no era otra cosa que hacer arrodillarse a una institución, el Parlamento Vasco, nacida de la voluntad de un pueblo. Antes de hacerlo me hubiera marchado.
-Mucha gente se solidarizó con usted por su defensa del Parlamento, pero otra parte de la opinión pública dijo que usted se atrincheró con una Batasuna que era connivente con la violencia.
-¿Connivencia con los violentos? En muchas ocasiones yo pensaba que si Begoña, mi mujer, escuchara eso de que yo estaba conchabado con esa gente, diría que su marido o le engañaba o se había vuelto loco. Porque durante muchos años para llegar a la Cámara a las nueve de la mañana, tenía que salir de casa tres horas antes y dar la vuelta por Murcia. La finalidad era llegar vivo. Porque yo estaba amenazado por ETA y no podía hacer nunca el mismo recorrido. Y si realmente estuviera en connivencia con ellos, no tendría la necesidad de pasar por Cádiz o por Burgos antes de ir al Parlamento. Esa afirmación era un verdadero disparate, y creo que muchos de los que lo aseguraban, sabían que era falso, que yo no defendía a Batasuna... Es que jamás he protegido a los terroristas. Solo defendí nuestra institución y su reglamento, insisto.
-¿Resulta paradójico que le condenaran por defender los intereses legales de Batasuna, cuando usted fue una de sus 'bestias negras' y ETA quiso asesinarle varias veces?
-Claro que es paradójico. Afortunadamente, no pudieron conmigo. Que yo estuviera amenazado por ETA es algo de lo que se tiene constancia. Y los que decían que yo estaba conchabado con los violentos, también lo sabían.
-La izquierda abertzale le criticó además porque se quedó sin las subvenciones a su grupo parlamentario.
-El bloqueo de las subvenciones dependía del interventor y no del presidente. Y yo, como presidente, tenía que estar informado pero no podía hacer de mi capa un sayo, y hacer las cosas a mi capricho.
-¿Cómo recuerda su declaración en el Tribunal Superior, con un Arzalluz que entonó el 'Eusko Gudariak' con paraguas en mano?
-Yo estaba entonces asediado por los medios de comunicación y el partido decidió organizar una rueda de prensa para que pudiera explicarme. Muchos compañeros me arroparon, pero no sabía si el presidente de mi partido vendría o no. Pero allí estuvo, tan vigoroso como él era, y con el paraguas en la mano cantó... Fue un momento de mucha emoción.
El caso de la infanta
-¿Y ese encuentro en Bilbao con el exfiscal general del Estado, Jesús Cardenal, uno de los impulsores de su acusación?
- Habíamos tenido relación cuando yo fui consejero de Interior y él fiscal jefe en el Tribunal Superior vasco, y nos tuteábamos. Y un día, no hace tanto tiempo, coincidimos en un funeral en Bilbao. Pensé que era mi ocasión. A la salida le pude localizar y cuando estuvimos frente a frente me quiso dar la mano, pero yo le dije: 'Espere un momento. Tengo que decirle un par de cosas. Usted cometió una inmoralidad conmigo y por su culpa tuve que sentarme en el banquillo y fui injustamente condenado. Pero estoy pendiente de una resolución de Estrasburgo que nos dará la razón y que le sacará a usted los colores'. Él me contestó que siempre me había tenido en una gran consideración. Le respondí que yo no podía decir lo mismo.
-¿Y finalmente le dio la mano?
-No. En ese momento no pude.
-A usted se le inculpó con una única acusación -la popular, ejercida por el pseudosindicato Manos Limpias-, pero años después las juezas del caso Nóos se apoyaron en su condena para sentar en el banquillo a la infanta Cristina.
-Así es. ¿Y dónde están ahora esas personas de Manos Limpias? Unas en la cárcel y otras en paradero desconocido. Nosotros fuimos juzgados solo por su acusación y sí existe cierto paralelismo con el caso de la infanta. Fueron los mismo artífices, que menos Manos Limpias eran de todo...
-¿Y ve también cierto paralelismo entre su caso y las causas abiertas en Cataluña?
-No conozco el tema a fondo. Pero creo que los puntos de partida son diferentes. Y en este caso creo que el corta y pega no vale.
-Usted que estuvo amenazado por ETA, ¿cómo ve el nuevo tiempo sin violencia?
-Lo veo bien. El 20 de octubre de 2011 quedará como un día memorable. Se acabó la brutalidad y el horror. Pero se necesitará una generación para que las cosas se vayan normalizando. Porque el odio todavía persiste en muchas personas. Se ve en sus miradas. Yo tengo la gran suerte de que el odio no se haya prendido en mí.
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