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kepa aulestia
Sábado, 24 de junio 2017, 08:07
El 39º congreso de los socialistas se clausuró la semana pasada con interrogantes sobre cómo afrontaría el 'nuevo PSOE', el de Pedro Sánchez, su primera prueba política. La sorpresa ha sido que la dirección socialista se haya procurado su propio laberinto, convirtiendo la crítica al ... Tratado de la UE con Canadá en estandarte de su nueva era. La forma es, sin duda, novedosa. La primera vez que la presidencia del partido asume un rol más propio de la secretaría general al anunciar un cambio de postura que, a todas luces, se presentaba como efecto del rubicón congresual. Ni Ramón Rubial, ni Manuel Chaves, ni Micaela Navarro se atrevieron nunca a lo que Cristina Narbona hizo el miércoles y por Twitter. Puede que se trate de una simple anécdota, bajo la presunción de que ella encarnaría el alma ecologista de la 'era Sánchez'. Pero puede ocurrir también que el propósito del secretario general retornado, de rodearse de un equipo directivo fiel a su liderazgo, entrañe tantas dificultades como las que hubiera acarreado la integración de las baronías territoriales o de los históricos desafectos en la ejecutiva del partido. Porque a veces son los fieles quienes tensan la cuerda de su particular prurito, cobrándose un precio notable por un contrato de lealtad personal que no contempla cláusulas políticas precisas.
El 'nuevo PSOE' debía estar preparado para afrontar las pruebas que le deparara la iniciativa de los demás. Por eso resulta sorprendente que en la misma semana en que Pedro Sánchez ha tratado de reverdecer la ilusión de «gobernar desde el Parlamento», anunciando su intención de reunirse con Pablo Iglesias y Albert Rivera para idear una legislatura alternativa o paralela a la que tienen en mente Mariano Rajoy y su partido, haya erigido el Tratado de la UE con Canadá en tótem y tabú de la nueva era socialdemócrata. Se haya ofrecido a recibir los parabienes -siempre perdonavidas- de Podemos a cambio de convertirse en objeto de las críticas más ácidas y del menosprecio de los demás. El asunto no sólo revela un proceder inexplicable en cuanto a las formas, que apunta a las disfunciones de una dirección encelada en hacer tabla rasa del pasado inmediato y del remoto, hasta el punto de cuestionar un Tratado que los socialistas venían avalando hasta la víspera. El problema está en el retrato que se hacen de sí mismos.
Los portavoces que se han sucedido estos días en nombre del PSOE han apuntado que su partido volverá a resguardarse en la abstención cuando el Congreso proceda a ratificar un Tratado cuya firma es competencia transferida a la UE. La ejecutiva socialista, que se reunirá el lunes, aportará más detalles. Pero lo que esos portavoces han señalado por ahora son reservas, cautelas, prevenciones respecto a un acuerdo que no ven claro en cuanto a la garantía de los derechos sociales y medioambientales que representaría la Unión Europea. De alguna manera sugieren que son los intereses defendidos por Canadá los que cuestionarían aquellos otros protegidos por la UE. Pero cuando un partido con pretensiones de gobierno recurre a la abstención no está enviando un mensaje de audacia crítica a la opinión pública, sino de incapacidad para afrontar las vicisitudes de un mundo complejo en un entorno políticamente fragmentado. La abstención no puede ser la norma, sino la excepción. Ningún proyecto colectivo y ningún proyecto personal pueden construirse sobre el 'bienquedismo' que lleva hasta el absurdo eso de que nada es ni blanco ni negro. La madurez se mide en cuanto a la capacidad de decir sí o no a las posibilidades siempre imperfectas que se presentan en la vida. También en la vida política.
La otra vertiente de la disfunción socialista se encuentra en el reconocimiento explícito de que tan sorprendente jugada obedece a la necesidad de recuperar el terreno electoral perdido. Lo que hace aún más inexplicable la conversión del Tratado con Canadá en tótem y tabú. El 'nuevo PSOE' surge en la necesidad de restablecer un nicho de voto que se ha volatilizado. Un nicho de voto que difícilmente se ampliará y solidificará denunciando, en el fondo, las pretensiones canadienses. O desdiciéndose de pronto del apoyo dado a la opción más pragmática de la UE.
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