Uno de los efectos fulminantes del caso Errejon es que ha desnudado la política hasta dejarla absolutamente indefensa enseñando sus vergüenzas íntimas. Las primeras explicaciones ofrecidas por él ya exdiputado de Sumar tras su renuncia no sólo eran muy insuficientes por no abordar algo tan ... sencillo como una petición de perdón sino que se metían, además, en un laberinto semántico que sonaban a esperpento absurdo para desviar la atención. La versión posterior ofrecida por Más Madrid y Sumar ha dejado alguna laguna sin aclarar en torno a una denuncia del pasado que fue retirada de las redes sociales después de su publicación.
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Lo que ayer dijeron los responsables de Sumar y de Más Madrid es que no conocían la conducta del personaje y que no la taparon, a pesar de algunos testimonios que apuntaban la sospecha. Yolanda Díaz intentó transmitir convicción. Es consciente de que cualquier sombra de duda es perversa. El futuro de Sumar se ve comprometido por un asunto en el que ya no caben reacciones políticas convencionales al uso. El nivel de exigencia ya es alto y a estas alturas ya resultan poco creíbles las reacciones oficiales. El 'fuego amigo' a discreción en el seno de la izquierda confederal huele a una batalla fraticida. La andanada de Podemos confirma aquello de que la venganza se sirve en plato frío. Helado más bien.
La Justicia determinará qué alcance penal encierra las denuncias, si lo tienen. Pero lo que sí va a acarrear este asunto con total seguridad es que cuando las palabras se convierten en puñales y entran por la puerta, la política sale destrozada por la ventana. El cruce de acusaciones deja a la izquierda confederal herida gravemente. Las reacciones de los dirigentes políticos, sus compromisos de llegar 'hasta el final, caiga quien caiga', suenan cada vez más a un lenguaje de plástico para esquivar los dardos. Y determinadas críticas de la oposición, también, suenan a una carroña barata, no a una sincera exigencia de responsabilidades. Un círculo vicioso que se antoja irrespirable.
Lo bueno de todo esto es que destape de una vez el repugnante machismo incrustado aún en algunos dirigentes políticos, lo que es demoledor para la base social de la izquierda. La vertiente más resbaladiza es que puede alentar las cazas de brujas desde el anonimato más destructivo. En este país –en el que por cierto abundan los inquisidores de bolsillo– somos demasiado proclives a arrastrar por los suelos con furia a los que hasta hace bien poco poníamos en los altares. Eso sí que es verdaderamente transversal. La tradición cainita es, de nuevo, el peor enemigo interior.
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