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Las amenazas arancelarias de Trump fuerzan el acuerdo PSOE-PP en una política española de persistente guerra de trincherasLas excentricidades de Donald Trump han dejado de ser un conjunto de bravatas para convertirse en una realidad. Se abre un nuevo tiempo geopolítico y ... la economía mundial se mete en un terreno movedizo lleno de incertidumbre y miedo, como lo muestra el pánico que han retratado las caídas de las bolsas. Europa intenta responder unida, pero determinados resortes están saltando con fuerza y nadie sabe con certeza el siguiente capítulo.
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ha señalado esta semana que la respuesta debe ser unitaria, firme y proporcionada. Y ha asegurado que esta crisis puede convertirse en una oportunidad a aprovechar. De entrada, la crisis de los aranceles parece que ha rescatado una mínima sintonía entre el presidente del Gobierno y el primer partido de la oposición. Los populares han criticado la tardanza de Sánchez, pero parecía más una crítica de oficio porque el Ejecutivo ha actuado con reflejos en este asunto en la concesión de ayudas y avales ante el impacto que puede tener en el tejido productivo esta guerra comercial. El Gobierno de coalición PSOE-Sumar ha logrado ofrecer una respuesta de choque, bien valorada en la sociedad. Algo milagroso en una atmósfera política cargada de toxicidad en la que, hasta el momento, Alberto Núñez Feijóo no se plantea ofrecer ni un atisbo de indulgencia a Sánchez. La 'tregua' de los aranceles puede ser un pequeño respiro en este clima un irrespirable.
El efecto de la agresiva política arancelaria provoca, paradójicamente, un paréntesis en la guerra política Sánchez-Feijóo e irrita en especial a Vox al poner en el epicentro su apoyo a Trump y la incoherencia que supone con su retórica patriótica. A los de Abascal se les pincha el juego y el presidente del Gobierno recupera margen de maniobra con un discurso de contestación clara al trumpismo en línea con las posiciones que en este momento defiende en el fondo la Unión Europea liderada por Ursula von Der Leyen y que tiene como principal abanderado a Emmanuel Macron, en Francia, que parece dispuesto a explorar políticamente esta coyuntura cuando la extrema derecha de Marine Le Pen recibe una evidente inyección de protagonismo tras la sentencia sobre un caso de corrupción en el Parlamento Europeo.
Sánchez podría rentabilizar la coyuntura desde el momento en el que Gobierno logre transmitir la sensación de que se vuelca con el tejido productivo del país con un escudo social de protección. La experiencia de los ERTES en la pandemia y los efectos económicos de la invasión rusa de Ucrania han sido precedentes en los que Sánchez sabe moverse a pesar de tener el teatro de la política nacional absolutamente histerizado.
España tiene que ir al unísono de la Unión Europea para que la respuesta sea eficaz y para ello el discurso de la unidad sigue siendo el cemento necesario. En esta ocasión, el debate es más tangible y menos vaporoso que el que rodea el debate del rearme y la seguridad de Europa. Una discusión en la que, aunque Sánchez pueda compartir criterios con el PP en asuntos de fondo de Estado, va a hacer falta un considerable esfuerzo pedagógico para convencer a cierta izquierda de cultura antimilitarista sobre la necesidad de disponer de una estrategia de defensa más fuerte y más autónoma frente a los nuevos riesgos, que haberlos haylos.
Lo que está en juego cuando hablamos de fortalecer a Europa es al fin de cuentas la propia democracia liberal que en este momento intentan estrangular la Contrarreforma que representan Donald Trump al frente de la Administración norteamericana y el resentido ultranacionalismo de la Federación Rusa. El momento ofrece una oportunidad incluso a Sánchez para presionar en torno al proyecto de Presupuestos, aunque el paisaje que se revela a su izquierda -con una guerra fratricida entre Podemos y Sumar- se antoja como un previsible ejercicio de autodestrucción de la izquierda. Con estos compañeros de viaje, la legislatura camina al borde del precipicio. Pero ya nos hemos acostumbrado a gestionar lo excepcional en lo cotidiano.
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