La voz que anunció la disolución de ETA

La disolución de ETA puso fin a un largo proceso, lleno de altibajos y obstáculos, que arrancó tras el cese definitivo de la actividad armada en octubre de 2011. Un esquema que cambió en 2016, cuando se constató que el Estado español no se iba a implicar en una negociación con la banda, y comenzó un proceso de desarme apoyado en la sociedad civil que culminó en abril de 2017 y fue el aperitivo de la disolución final un año después. Un comunicado leído en la sede suiza de Ginebra del Centro de Diálogo Henri Dunant por su presidente, el neozelandés David Harland, y un audio de dos históricos exdirigentes de la banda, 'Josu Ternera', en paradero desconocido, y Marixol Iparragirre, 'Anboto', actualmente presa, pusieron el sello. Un aval de dos de sus grandes referentes para mantener la cohesión interna. El apoyo final de dirigentes internacionales al día siguiente en el acto de Kanbo, en villa Arnaga, puso el colofón definitivo y la escenificación de la disolución, en presencia de PNV, EH Bildu y Podemos.

La izquierda abertzale hace un balance positivo de los doce meses transcurridos desde el desmantelamiento de la organización, que quedó rápidamente eclipsado en tres semanas con la sorpresiva aprobación de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy. En estos doce meses no ha habido ni rastro de ETA, ningún comunicado, ni siquiera en el Gudari Eguna. La persiana se cerró a cal y canto para siempre. El mundo de Sortu se felicita de que, 365 después, se ha constatado que tanto la disolución como el desarme fueron «serios» pese a algunas dudas sembradas por algunos «aparatos del Estado».

No obstante, la casualidad quiso que ese cambio de gobierno en España, con la llegada del PSOE, ratificada en las urnas el pasado domingo, abriera un nuevo escenario más favorable al flexibilizarse la política penitenciaria. Un año después de la disolución, el de los presos es el gran reto que le queda a la izquierda abertzale. La desaparición de ETA, de hecho, quitó una losa a los reclusos, al dejar de existir la principal razón por la que los gobiernos justificaban la dispersión. La banda, además, dejó un camino marcado a los reclusos días antes de anunciar su disolución, con un comunicado en el que reconocía el daño causado y pedía perdón a algunas víctimas, principalmente las no pertenecientes a cuerpos policiales o militares uniformados. Los presos están explorando las vías legales con escritos en los que reconocen el daño causado y tratan de poner en valor su aportación a la desaparición de ETA.

Tan solo un minúsculo grupo, nucleado en torno a ATA, cuestionó la disolución, aunque precisó que este grupo crítico «no nació para practicar la lucha armada». Desde la izquierda abertzale precisan que no existe ningún riesgo de disidencia violenta ni posibilidad de actuación de grupos como el IRA Auténtico, recientemente de actualidad por el asesinato de una periodista irlandesa. Las fuentes consultadas reiteran que no es comparable el nivel de disidencia que se ha vivido en el Ulster. La disolución de ETA fue avalada por el 93% de la amplía militancia consultada, y cuenta con el apoyo político y social prácticamente unánime de la sociología de la izquierda abertzale.