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La exhumación de los restos de Franco, la sentencia del Tribunal Supremo sobre los hechos acaecidos en Cataluña en el otoño de 2017, la consiguiente exacerbación del soberanismo catalán con amenaza de desórdenes públicos de incierta gravedad, el probable Brexit a la brava y la ... amenaza de nueva crisis económica sin plena superación de la anterior son los acontecimientos más destacados que están conjugándose con el proceso electoral que culminará el 10 de noviembre. Ante tal panorama, las sociedades precientíficas de la Antigüedad habrían mirado al cielo para ver qué maligna conjunción de astros sería la causa de tal acumulación de malos augurios en la tierra. En la nuestra, el obsoleto papel de la astrología lo han heredado las teorías de la conspiración. Y ya comienzan a oírse voces que, desconcertadas por la complejidad de la situación creada, buscan en la 'mano invisible' de la Historia el causante de tal cúmulo de presagios.
La teoría de la conspiración inicia su indagación identificando el 'cui prodest'. En este caso, el que mayor provecho parece obtener de esta heterogénea acumulación de acontecimientos es quien más posibilidades ha tenido de preverla y manejarla. Y, viendo cómo está desenvolviéndose en la confusión, es, en efecto, el presidente en funciones quien da la sensación de hallarse más cómodo en la gestión de los hechos. Como si todo lo hubiera dispuesto él mismo para orientar al electorado hacia un pronunciamiento favorable. La exhumación de los restos del dictador fue iniciativa suya y, tras un largo suspense, ha recibido en el momento oportuno el unánime visto bueno de los jueces. Por lo demás, era algo contra lo que ningún adversario se habría atrevido a pronunciarse abiertamente por temor a provocar el escándalo, y cosechar el reproche de la inmensa mayoría ciudadana. En el conflicto catalán, el estudiado viraje hacia la firmeza, con olvido del diálogo y reiteradas alusiones al artículo 155 de la Constitución, preveía ya el devenir de las cosas y enlaza con la inquietud generalizada de la gente, ofreciéndole garantías de una acertada gestión. Y en cuanto al Brexit y la posible crisis económica, quién mejor para afrontarlas que quien se halla ya en posesión del poder y acaba de dejar claro su rechazo a posiciones radicales y extremistas que causan incertidumbre cuando se demanda seguridad. Los astros parecen, por tanto, haberse conjugado en su favor, y nada más lógico que pensar en él como esa 'mano invisible' que dirige los acontecimientos de la Historia y hace coincidir incluso los más dispares.
Sin embargo, las teorías de la conspiración en las sociedades actuales, como la astrología en las antiguas, no son sino el recurso del que echa mano del desconcierto cuando no acierta a explicar la complejidad y la arbitrariedad de los hechos. El 'deus ex machina' que la perplejidad se inventa para hacer pasar su ignorancia por clarividencia. Y es que no hay 'mano invisible' que la Historia mueva para conducir los hechos hacia un determinado destino. Sólo el azar, asociado a decisiones humanas de desenlace, las más de las veces, imprevisible, dirige los acontecimientos a uno u otro puerto y deja en manos de quien con ellos se topa la responsabilidad de asumirlos tal cual vienen dados y manejarlos con acierto o desacierto. En nuestro caso, un cúmulo de casualidades y decisiones de resultado difícilmente controlable es lo que ha causado la coincidencia de una heterogénea serie de hechos con un proceso electoral que exige especial habilidad y notables dotes de persuasión para que sus protagonistas lo manejen con éxito.
Por ello, si alguien se ha creído, seducido él mismo por el caprichoso espíritu de la conspiración, que podría conducir los acontecimientos hacia un desenlace favorable a sus intereses, se encuentra ahora con una situación que promete más incertidumbres que certezas. El gran actor electoral, que es, al fin y al cabo, la ciudadanía, está perplejo y desconcertado, más predispuesto, en consecuencia, a adoptar decisiones arbitrarias que a dejarse conducir por la 'mano invisible' de quien se cree en condiciones de guiarlo por la senda de la razonabilidad. En esta heterogénea conjunción de acontecimientos, todo está abierto a la reacción del hartazgo, el desencanto y hasta la rabia, emociones, todas ellas, de incierto pronóstico. Y quien crea poder manejarlas a su antojo acabará llevándose el gran chasco.
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