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Un gendarme observa el caserío Xilokan poco después de los arrestos de toda la cúpula de ETA, reunida dentro. EFE
30 años de la caída de Bidart, el comienzo del fin de la banda
ETA

30 años de la caída de Bidart, el comienzo del fin de la banda

29 de marzo de 1992 ·

Tras una investigación trufada de ataques de celos, confidentes y un plan de fuga en helicóptero, la Guardia Civil descabezó a ETA, por primera vez, en el caserío Xilokan

JESÚS J.HERNÁNDEZ

Martes, 29 de marzo 2022, 06:43

ETA hizo estallar una docena de coches bomba en 1991. Sus atentados dejaron medio centenar de víctimas mortales. Aquel fin de año la preocupación en la esfera política y policial era máxima. España estaba en vísperas de la celebración de la Expo de Sevilla y de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Sabían que la banda quería aprovechar esas citas para golpear la imagen del Estado. El 92 podía ser un gran éxito o un gran fracaso. Y, entonces, llegó Bidart. La desarticulación de la cúpula de ETA, por primera vez, en un caserío de la localidad francesa supuso el mayor golpe policial registrado hasta la fecha. Todos los expertos coinciden en que aquel 29 de marzo de 1992 fue el comienzo del fin de la banda terrorista.

Hace treinta años, la Policía y la Guardia Civil sabían poco de la banda. Lo reconoce un alto cargo del instituto armado, que participó en la caída de Bidart, y que ha sido entrevistado en el podcast 'Relatos' del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo. «Veníamos de una época de acción-reacción. Había un atentado y buscábamos a los responsables. Nos dimos cuenta con el tiempo que aquello no era efectivo. Detienes a uno, pero vendrá otro. Y cambiamos. Pasamos de localizar un terrorista y arrestarlo a analizar con quién se junta, qué hace, a qué lugares acude». Ese cambio provocó que las investigaciones les llevaran más lejos y más alto.

Basta un ejemplo para retratar aquella época. Durante años, los investigadores creyeron que 'Artapalo' era un etarra. Realmente era el sobrenombre que recibía la cúpula de ETA, formada en ese tiempo por tres personas que serían detenidas en Bidart a la vez. Francisco Mujika Garmendia, 'Pakito', jefe del aparato militar; José Luis Álvarez Santacristina, 'Txelis', jefe del político; y José María Arregi Erostarbe, 'Fitipaldi', responsable del logístico. «Acabamos con todo. Con el jefe militar, los que matan, el jefe logístico, los que dan todo para que maten, y el jefe político, el que marca la estrategia», valora el alto cargo de la Guardia Civil.

«'Fiti' intentó escapar mostrando una placa policial. 'Pakito' y 'Txelis' estaban destruyendo papeles en el baño»

La versión que ofrece en el podcast sobre el origen de la operación es complementaria con otra que se conoce hace años. «Detectamos una bolsa con notas que parte de un preso de ETA. Llegó a un colaborador nuestro, un confidente. Fotocopiamos y estudiamos todo y dejamos que siguiera su curso. En aquellos papeles, los presos pedían organizar una huida con helicópteros. Algo así no lo podía autorizar cualquiera. Esa petición tenían que hacérsela llegar a la dirección».

«En un principio se llamó 'Operación Broma' y luego 'Operación Broma Queso', por la idea del cebo y los ratones», admite el jefe de la Guardia Civil.

Relaciones sexuales

Ese sobrenombre cuadra bien con otra versión, la que contó públicamente hace unos años José Ramón Goñi Tirapu, gobernador civil de Gipuzkoa. En 1989, una persona se le había ofrecido como confidente, ya que su mujer alojaba al comando Eibar en su casa. Tal y como le contó aquel hombre, había descubierto que ella mantenía relaciones sexuales con los tres etarras. Según algunas versiones, la hija de la pareja también habría estado con alguno de los miembros del comando. Para sorpresa de los investigadores, aquella información sobre el comando Eibar, de tintes surrealistas, se confirmó y se pudo detener a los tres etarras en aquel piso. Naturalmente, no se desveló la fuente. Este confidente huyó entonces a Francia, haciéndose pasar por colaborador de ETA pero a sueldo de Interior, que llegó a pagarle 30 millones de pesetas.

Dos años más tarde, el mismo confidente recibió aquellas notas manuscritas con un plan de huida en helicóptero de la cárcel y debía hacérselo llegar a la cúpula de ETA. Pero, antes de hacerlo, informó a Interior.

El rastro de aquellos papeles acabaron conduciendo a los policías hasta Francisco José Rollán, quien les llevaría más tarde hasta 'Txelis', el jefe del aparato político, que residía en Bidart. Llegaron así al caserío Xilokan y allí confluyeron todas las versiones. La Guardia Civil realizó un fuerte dispositivo de vigilancia. «A finales de marzo, vimos cosas raras. Hacía marchas y contramarchas. Aparecieron coches de seguridad que llevaban a uno al caserío y volvían. Supimos que estaba pasando algo gordo», desvela el jefe policial.

Sorpresa

Y entonces saltó la sorpresa. Una mayúscula. «Un agente operativo nos da la voz de alarma. Uno de los que acaba de entrar en coche en el caserío es el de 'Pakito'». Mujika Garmendia, el jefe militar de ETA, nada menos. La operación se precipita. En Francia solo puede detener la Gendarmería y las llamadas entre los responsables políticos se suceden. «Cuando los gendarmes rodean el caserío, 'Fiti' sale mostrando una placa policial para escapar. No lo logra. 'Pakito' y 'Txelis' están encerrados en el baño destruyendo papeles», relata el responsable de la Guardia Civil.

«A partir de Bidart, todo cambia», admite el responsable policial. Es algo que comparten todos los expertos. Florencio Domínguez, director del Memorial, explicó hace años que «provocó una desmoralización total entre los presos». Impulsó la colaboración francesa y dejó atrás el santuario galo. También desmontó la idea de la invencibilidad de ETA. Tras Bidart, llegarían a la cúpula 'Antza' y 'Anboto', pero la banda nunca volvió a ser lo mismo. «La desconfianza se extendió entre los etarras. Tenían mucho miedo a los confidentes. Su núcleo central estaba muy cerrado y sustituir a sus dirigentes fue cada vez fue más difícil».

También a corto plazo, el Gobierno respiró aliviado. La Expo de Sevilla y Barcelona 92 fueron un éxito. En 1992 ETA mató a 26 personas. Eran muchas, pero casi la mitad que el año anterior.

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