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La misiva que un grupo de diputados del PSOE ha enviado a sus colegas del PP busca más la catarsis interna que la improbable aceptación popular de su solicitud |Sesenta y seis de los sesenta y ocho diputados del PSOE que acataron la resolución de aquella olvidada gestora nombrada tras la dimisión del secretario general, Pedro Sánchez, en orden a abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy en octubre de 2016, han escrito una ... carta a los actuales diputados del Partido Popular pidiéndoles que, por los mismos motivos de desbloquear el estancamiento democrático y permitir que haya gobierno en España, imiten ahora su actitud y se abstengan en la votación del candidato socialista. La carta está llena de razones suficientemente sólidas para ser atendida por los destinatarios. Pero no es valorarlas el propósito de estas líneas. Quiero, más bien, fijarme en la polivalencia de significados e intenciones que la carta encierra y deducir de ella algunas conclusiones.
Es, en primer lugar, la polivalencia lo que ha dotado a la iniciativa de la capacidad de aglutinar firmas que, sin ella, habría resultado imposible reunir. Y es que a la expresa solicitud que aúna por igual a todas las firmas se han sumado significados e intenciones que diferencian unas de otras. Para unas, la solicitud ha sido la pretensión exclusiva de la carta. Para otras, la petición va acompañada de una intención reivindicativa. Y las más atrevidas han añadido una no pequeña dosis de reproche. No en vano muchos de los que firman la carta se encuentran hoy fuera de la actividad política precisamente por haber adoptado hace tres años la decisión que califican de «honorable» y recomiendan a los otros.
El carácter reivindicativo de la carta es innegable. Quienes quedaron marginados tras la profunda crisis que provocó aquella decisión de abstenerse vuelven hoy por sus fueros y, en una coyuntura de similar complejidad, defienden la honorabilidad de su tan costosa decisión. Recuerdan que el correcto funcionamiento de las instituciones estaba por encima de los intereses de partido y había de ser salvaguardado. Sacan así la cara a aquella gestora que tan injustamente malparada quedó tras la victoria de Pedro Sánchez en las primarias que se celebraron bajo su mandato. Proclaman hoy lo que su actual líder no se atreve a decir por coherencia y esgrimen argumentos que aquél no puede utilizar sin sonrojo. En tal sentido, al carácter reivindicativo se le añade también cierto tono de educado reproche hacia quien, con esta solicitud al adversario, se le viene a intentar salvar generosamente del difícil enredo en que se encuentra y que Rajoy vivió hace tres años. Tan claros son la reivindicación y el reproche, que el interpelado se ha visto en el aprieto de tener que reconocer que no sabía de la misiva hasta que la leyó en los medios. Mejor así, porque, de otro modo, tampoco la opinión pública habría tenido la oportunidad de conocerla.
Y habría sido una pena. Para la opinión pública, sin duda, pero también, y sobre todo, para el partido de cuyos diputados la carta emana. Y es que, aunque hay quien en su seno se ha sentido herido y quejado de su publicación, la carta, pese a su carga de reivindicación y reproche, busca alcanzar efectos reconciliadores. Parece, en efecto, que es una casi póstuma reconciliación, más que el improbable asentimiento de los destinatarios, lo que han querido conseguir al menos algunos de sus redactores. Transcurridos ya tres años, y con la coyuntura revertida, ponen a los actores de aquellos aciagos acontecimientos frente al espejo de la actual realidad y los obligan a reconocer sus respectivos errores y aciertos en los que hoy cometen sus adversarios. Y así, más que a provocar quejas o a reavivar viejos rencores, la carta ayudaría a coser -la palabra mágica que entonces tan vanamente se empleó- desgarros y a suturar heridas que aún supuran.
Es éste el único efecto que de la misiva cabría esperar. Y, como decía, quizá hayan sido los de dentro los destinatarios en los que pensaban quienes han impulsado la iniciativa. Se trataría más de un intento de catarsis interna que de una solicitud a quienes no están dispuestos a reconocer y devolver pasados 'favores'. A éstos, en vez de dirigirles ruegos y propuestas de cambios constitucionales, habría que recordarles simplemente que no es tanto la fuerza de ley cuanto las convenciones y las convicciones democráticas lo que obliga a estar, en las coyunturas más difíciles, a la altura de las circunstancias. Pero no corren tiempos propicios para tales exquisiteces.
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