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OCTAVIO IGEA
VITORIA.
Martes, 9 de enero 2018, 07:27
El caso De Miguel revolucionó ayer el sosiego que envuelve habitualmente el día a día de la Audiencia Provincial de Álava. Ni siquiera había amanecido y en la puerta del Palacio de Justicia vitoriano ya había apostados siete fotógrafos y una docena de cámaras de televisión. Un aviso de primer orden para cualquier funcionario o abogado despistado, que a las ocho de la mañana eran ya pocos. Un macroproceso con 26 acusados, 35 abogados, jueces, fiscales y medio centenar de periodistas acreditados no puede pasar inadvertido. La causa va a cambiar la fisonomía del juzgado durante los próximos diez meses y ya en el primer capítulo «desbordó» a los organizadores. Y sacó de quicio a algunos implicados, que no disimularon ni un ápice su malestar. «¡Es un circo, es un circo!», lamentaba a viva voz el exburukide del Araba Buru Batzar (ABB) del PNV Miguel Ángel Redondo por los pasillos de la sede judicial.
Lo cierto es que no se esperaba a ningún miembro del partido nacionalista por la Audiencia, pero allí estaba Redondo. «Somos los payasos de todo esto», insistía ajeno a cámaras y grabadoras, como si la presunta mayor trama de corrupción destapada nunca en Euskadi fuera una anécdota. Redondo fue compañero de Aitor Tellería en el ABB y se le relaciona con el propio Alfredo de Miguel, aunque ayer acudió al juicio apoyando a su esposa, Justi Angulo. Fue alcaldesa jeltzale de Zambrana cuando se planeó un supuesto pelotazo urbanístico. El fiscal pide para ella 4 años y 6 meses de prisión.
La contundencia de las penas que se reclaman, entre 7 y 54 años, para el resto de implicados fue patente en el gesto grave con el que todos desfilaron por delante de los medios al llegar al juzgado. Algunos intentaron evitar el 'paseíllo' utilizando las tres entradas laterales e, incluso, el acceso del garaje, pero la Audiencia alavesa rechazó las peticiones y les 'obligó' a hacer cola para superar el control y los detectores de acceso.
El primero en acceder al Palacio de Justicia fue un avejentado Koldo Tellería, y el último el considerado 'cerebro' de la trama. 'Txitxo' de Miguel llegó «tranquilo». Avanzó despacio y sereno junto a su abogado, Gonzalo Susaeta. Declinó hacer declaraciones y se perdió en la profundidad de la sede judicial rodeado, discretamente, por ertzainas. 15 segundos antes había entrado su mujer, Ainhoa Bilbao, también encausada. Se reunieron en el ascensor y se fundieron en un significativo beso a la puerta de una sala de vistas en la que tenían reservado un lugar predominante. En la primera de las cuatro filas en las que se dispuso a los 26 imputados. La abogada del empresario Jesús Arruti solicitó al tribunal que su cliente no sea juzgado por asuntos de salud, al alegar que sufre problemas de carácter psicológico que con la celebración del juicio se han agravado.
La mayoría del banquillo aguantó los cinco minutos que la causa se abrió a la Prensa mirando al infinito, y solo unos pocos intentaron ocultar su rostro de mala manera. A su izquierda, su infinita lista de abogados. Una vez arrancado el macrojuicio, la sala de vistas se convirtió en un búnker cerrado a cal y canto. También la improvisada sala de prensa para seguir el juicio a través de un proyector.
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