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El desacuerdo sobre el nuevo estatus de autogobierno -con el derecho a decidir como caballo de batalla- amenaza con debilitar el eje que PSE y PNV han sellado en los últimos años y que ha sido una garantía de estabilidad en Euskadi. Los juristas - ... que entregarán mañana lunes el documento al Parlamento Vasco- han alcanzado un notable grado de acercamiento, sobre todo en el blindaje de competencias, pero mantienen su discrepancia sobre otras cuestiones identitarias, como el derecho a decidir o la consulta no vinculante previa a la negociación del texto ante las Cortes. A su vez, los letrados planteados en su momento por EH Bildu y por el PP se han desmarcado del documento.
A partir de este desacuerdo previo entre los expertos, serán los grupos políticos los que deberán buscar el consenso en el Parlamento mediante el procedimiento de trámite de enmiendas. Si no da tiempo, que es lo más previsible, habrá que esperar a la próxima legislatura para la discusión definitiva. Previamente, la ponencia de autogobierno tendrá que votar expresamente el contenido del proyecto redactado por los expertos.
La oposición del PSE a algunos capítulos de este texto base refleja un balance agridulce. Hay un acuerdo amplio sobre la actualización del modelo y su anclaje constitucional. Pero la aproximación es parcial e incluye un desacuerdo en una cuestión básica: el derecho a decidir. Y es que los socialistas creen que el PNV ha incorporado en el articulado la discordia de la autodeterminación, aunque con una terminología suave y no rupturista. El problema no hubiera estado en admitir el carácter «nacional» de Euskadi en una España plurinacional. El reproche, opinan, es que el derecho a decidir, aunque sea pactado, abre la puerta de la fragmentación de la soberanía constitucional española. Y esta idea rompe el consenso del 79, a pesar de que se envuelva en la bandera de 'pacto con el Estado'.
En este contexto, el disenso marcará la próxima campaña electoral de las autonómicas y distanciará a PNV y PSE, socios de gobierno. Idoia Mendia defenderá la bandera del Estatuto como elemento de «integración» entre «sensibilidades diferentes».
Pero el PNV también aspira a colocarse en ese espacio de centralidad, convencido que el lehendakari Iñigo Urkullu representa un modelo pactista con el Estado, con un mensaje templado que conecta bien con los electores socialistas y del PP, como reconocen los estudios demoscópicos. Unos sondeos que vuelven a confirmar un paulatino retroceso de las tesis independentistas en el País Vasco, que se sitúan en torno al 20%. Un dato que muestra unas corrientes de fondo ante las que las salas de máquinas de los partidos no son indiferentes.
El letrado propuesto por el PNV, Mikel Legarda, ha defendido el derecho a decidir «mediante su ejercicio pactado con el Estado», un planteamiento que choca con la visión del experto planteado por el PSE, Alberto López Basaguren, que vislumbra una filosofía autodeterminista en este propósito, aunque se edulcore con una terminología amable. Mientras tanto, Urkullu apela a una «reforma realista» del Estatuto a partir de una «modulación de los sentimientos». Arnaldo Otegi se echa las manos a la cabeza ante esta expresión, que subraya que es una de las «frases antológicas» para la historia del PNV: «¡Entonces cerramos el Parlamento y montamos terapias de grupo!», afirma con sorna.
Estrategia soberanista Los jeltzales no han querido ceder a la izquierda abertzale el monopolio del discurso soberanista
Derecho a decidir PNV y PSE dejaron fuera del actual programa de coalición su desacuerdo sobre el derecho a decidir
Coyuntura española La paradoja es que la tensión PNV-PSE coincide con que Sánchez necesita la ayuda del PNV en Madrid
En la última legislatura, nacionalistas y socialistas dejaron fuera del programa del gobierno de coalición el asunto del derecho a decidir para proteger la estabilidad de su gabinete. El pacto recogía que, aunque cada partido tenía libertad para plantear las propuestas que considerase convenientes, el proyecto de reforma sería «tramitado de acuerdo con las normas y procedimientos legales vigentes».
El PNV ha optado por el equilibrio entre el discurso soberanista y el pragmatismo. En su momento, ya retomó este giro gradualista al asumir, tras el fracaso del plan Ibarretxe, los riesgos de emprender un camino unilateral para negociar un nuevo marco estatutario. Cataluña se convertía en el ejemplo «de lo que no hay que seguir». Un terreno afectivamente complejo para el PNV: por un lado, no quiere dejar a la izquierda abertzale el monopolio de la bandera del derecho a decidir. Pero tampoco quiere adentrarse en una vía unilateral para presionar al Estado, porque puede conllevar un riesgo de ruptura social.
El socialismo vasco -consciente de que el discurso centrista del PNV es difícil de combatir- quiere evitar a toda costa que se produzca en Euskadi un contagio de la dinámica radical de Cataluña. El PSE no quiere coquetear con el derecho a decidir, como en su momento hizo el PSC.
La erosión del tándem PNV-PSE podría poner en cuestión el mantenimiento del entendimiento entre ambos partidos en las instituciones vascas: Gobierno Vasco, las tres diputaciones y los principales ayuntamientos. Un acuerdo que proporciona estabilidad y cierta distensión en el debate identitario, aunque al PSE le suscite siempre un debate de fondo sobre los peligros de perder perfil propio en la izquierda como aliado del PNV. Pero los socialistas admiten también que poner en riesgo este eje de cooperación «es una jugada de alto riesgo que el PNV tendrá que medir mucho». En todo caso, los movimientos de los últimos días demuestran cambios que, también, pueden abrir el abanico de distintas alianzas en el futuro.
En su momento, Urkullu hizo una apuesta estratégica con el PSE no solo pensando en clave aritmética, para facilitar una mayoría, que no era absoluta, ni de mera gestión, sino como una entente de calado político capaz de propiciar un nuevo consenso.
La alineación durante el debate previo del texto de reforma estatutaria permite anticipar algunas fotografías. Por ejemplo, el acercamiento entre el PNV y Elkarrekin Podemos. A la vez, una sintonía elevada entre PNV, PSE y Elkarrekin Podemos. La hipótesis más complicada en este momento es la de un entendimiento entre el PNV y EH Bildu. El marcaje mutuo es total.
A la vez, el PNV mira de reojo la hipotética llegada de un eje de 'izquierdas' al tablero vasco con una perspectiva de largo plazo. Un acuerdo PSE-EH Bildu-Elkarrekin Podemos hoy se antoja inviable, pero es una posibilidad teórica que siempre ha formado parte de los análisis prospectivos de los jeltzales como una operación que algún día pudiera amenazar su hegemonía institucional. La inédita imagen de la presidenta socialista de Navarra, María Chivite, con una delegación de EH Bildu para negociar el Presupuesto foral ha empezado a romper algunos esquemas.
La paradoja es que este enfriamiento entre nacionalistas y socialistas se produce cuando Pedro Sánchez necesita al PNV en una mayoría para, al menos, arrancar la legislatura. Una coyuntura en la que las conversaciones abiertas con ERC para que facilite la investidura van a colocar en el centro del debate la política territorial y el modelo de Estado. La eterna asignatura pendiente.
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