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«Yolanda Díaz es el error político más grande que hemos cometido». Irene Montero sentenció su relación con la vicepresidenta segunda del Gobierno durante la ... presentación en noviembre de su libro 'Algo habremos hecho'. Las memorias de su paso por la dirección de Podemos en los últimos diez años evidencian, por boca de una de sus protagonistas, que uno de los principales escollos para la reunificación de la izquierda en España no será tanto programático o territorial ni tendrá que ver, exclusivamente, con las relaciones con un PSOE del que todas estas fuerzas, en mayor o menor medida, se consideran dependientes para alcanzar La Moncloa. Hay un trasunto personal de peso: la enemistad que separa a ambas dirigentes, con la sombra de Pablo Iglesias planeando sobre la misma.
Mientras organizaciones como Izquierda Unida, Más Madrid o los comunes han saludado el llamamiento de Díaz a recuperar la unidad de la izquierda para unas eventuales generales, que fijan para 2027 confiando en que Pedro Sánchez agotará la legislatura, y ya empiezan a pedir reuniones con la nueva cúpula magenta formada por Lara Hernández y Carlos Martín, los morados siguen haciendo oídos sordos a esta oferta.
Aún es pronto, pero a ninguno de los dirigentes de las izquierdas se le escapa que, si las negociaciones llegan al punto de configurar listas, Podemos no va a aceptar que la exministra de Igualdad, a la que consideran uno de sus principales activos políticos, quede fuera de ellas como sucedió el 23-J. Tampoco hay elementos para pensar que Movimiento Sumar no será reticente a aceptar vetos de otras organizaciones sobre Díaz, a la que mantienen, tras su segunda asamblea, como principal referente del espacio político en el Ejecutivo tras su regreso orgánico al partido como coordinadora institucional.
Mientras se dan los primeros pasos en un asunto capital para el futuro de estas organizaciones, que se saben condenadas al ostracismo por la ley D'Hont si acuden a las generales por separado, tanto la secretaria general de los morados, Ione Belarra, como la propia Montero hacen bandera de un elocuente lema, 'Orgullosamente Podemos' en un momento de la legislatura en el que ta en el que definen a la organización de la vicepresidenta segunda como «marca blanca del PSOE», utilizada por éste para acabar con ellas y los suyos, y acusan a Díaz de haber «entregado todo el poder a Sánchez».
«Este no es un momento para pensar que la política institucional es un conjunto de fiestas a las que asistes después de unas horas trabajando. La gente en España lleva años escuchando machaconamente que todo lo que a las personas les sirve para alcanzar derechos está mal, que el ruido está mal», dijo la exministra de Igualdad el lunes, durante la presentación de la candidatura para reeditar el liderazgo de su formación en la quinta asamblea ciudadana que los morados celebrarán el 11 y 12 de abril y en la que Montero concurre como número dos de la lista que encabeza de nuevo su inseparable Belarra.
Sin comicios a la vista hasta el año que viene salvo adelantos sobrevenidos y entre ajustes de cuentas, la izquierda a la izquierda del PSOE espera desarrollar a lo largo de esta primavera el debate sobre su reunificación. Díaz quiere que Podemos forme parte de la confluencia, aunque no aclara si mantendrá el veto que impuso a la ahora eurodiputada Montero cuando negoció las listas electorales con las que la coalición Sumar, formada por una docena de partidos incluidos los morados, concurrieron a las generales del 23 de julio de 2023. Un proceso marcado por las urgencias del adelanto electoral de Sánchez.
La relación entre Díaz se había empezado a deteriorar ya cuando Pablo Iglesias –pareja de la primera y que ahora pide a los suyos «no escuchar los cantos de sirena» de Sumar, al que considera «un partido políticamente muerto»– ungió a Díaz como sucesora y referente del espacio político y esta, rechazando cualquier tutela y sin militancia ni cargo orgánico en Podemos, decidió poner en marcha una plataforma ciudadana que los morados, temerosos de perder su vitola de «nave nodriza» de la izquierda, percibieron como un rival.
Pero fue la controversia por la reforma de la ley del 'solo sí es sí', la medida estrella del Ministerio de Igualdad comandado por Montero la pasada legislatura, la que terminó de volar los puentes entre Montero y Díaz. Especialmente entre febrero y abril de 2023, cuando el PSOE presentó en solitario una proposición para reformar la polémica norma, cuya aplicación provocó la reducción de condenas a cientos de agresores sexuales.
La tensión entre los morados y la vicepresidenta segunda estalló al no verse estos respaldados en su pulso con Sánchez. Supuestamente del lado de los socialistas, Díaz, según relata la número dos de Podemos, llegó a pedir «a gritos» su dimisión del Gobierno. «Yolanda estaba actuando para forzar mi dimisión o la de alguna persona relevante de mi equipo, en lugar de hacer frente juntas a la ofensiva judicial reaccionaria (...) pero quien multiplicó la agresividad de los golpes hacia nosotras fue Yolanda y quien junto con ella decidió que había que ponerse del lado del PSOE y aprovechar para intentar herir de muerte a Podemos», una versión que puede leerse en 'Algo habremos hecho' y que desde Movimiento Sumar enmendaron afirmando que «la veracidad en obras literarias es una cuestión bastante complicada».
El último episodio público de turbulencias se produjo cuando el Ejecutivo, a instancias de Sumar, ofreció a Montero ser embajadora en Chile para que «dejara de dar problemas». Díaz, que siempre ha constatado que fue amiga de Iglesias hasta su distanciamiento, nunca tuvo esa cercanía con su excompañera en el Consejo de Ministros.
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