La última imagen de la declaración acordada por EH Bildu y el PNV contra la inhabilitación de Quim Torra y la 'judicialización' en Cataluña ha permitido visualizar una puesta en escena común. Pero tras este cierre de filas opera una realidad política más compleja. EH ... Bildu empieza a marcar distancias y sostiene que, mientras el PNV siga anclado en la vía pactista con el Estado y no se comprometa a avanzar hacia un nuevo marco de soberanía, la cooperación estratégica es inviable entre ambos. La nueva legislatura vasca apunta un desencuentro bien sensible en una cuestión neurálgica.
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Atrás queda el pacto de bases alcanzado en la ponencia parlamentaria de autogobierno y que recogía la consulta habilitante previa a la negociación con las Cortes de un nuevo Estatuto que fuera aprobado por el Parlamento Vasco. El acuerdo de coalición PNV-PSE abandona esta apuesta y encuadra la reforma del Estatuto en los actuales cauces constitucionales. Es decir a que, una vez que el nuevo proyecto estatutario sea aprobado por el Parlamento Vasco por mayoría absoluta, será negociado en el Congreso para después ser sancionado en un referéndum por la ciudadanía vasca. EH Bildu intuye que detrás de este movimiento aflora un ejercicio de «renuncia nacional» y sitúa al lehendakari Urkullu como el principal responsable de este enfriamiento soberanista. De hecho, para la izquierda independentista vasca, la ausencia del PNV de la Declaración de Llotja de Mar, que reivindica una dinámica conjunta a favor del reconocimiento del derecho de autodeterminación, es una elocuente muestra de esa estrategia de 'resignación'.
Este próximo sábado 10 de octubre EH Bildu aprobará en una asamblea general telemática una estrategia en la que se reivindica como «alternativa» al PNV en el terreno nacional y en el social mientras este partido mantenga la vía pactista con el Estado y renuncie, como cree, a forjar una alianza soberanista. La izquierda independentista vasca sostiene que la hegemonía del PNV obedece a su «gestión conservadora» y al abandono de un discurso de exigencia ante el Estado.
Esta vocación de 'alternativa' al PNV enlaza, salvando las distancias, con algunos pulsos desde el inicio de la Transición entre los jeltzales y la izquierda abertzale. Por ejemplo, el de las negociaciones de Txiberta, cuando el PNV optó por la vía reformista frente al bloque KAS y ETA. La etapa de Juan José Ibarretxe en la Lehendakaritza, con el debate sobre el nuevo Estatuto Político, y el Pacto de Lizarra abrieron serias expectativas de cooperación entre las dos familias del abertzalismo. El fin de la violencia alumbró un escenario de posible acercamiento. Pero la realidad de hoy es bien distinta. «Nuestra relación es de desencuentro histórico, una vez terminada la lucha armada de ETA se barajaba la posibilidad de abrir la puerta a una colaboración entre abertzales, una hoja de ruta soberanista; ha ocurrido justo lo contrario, el PNV ha reforzado las alianzas con quienes niegan el derecho a decidir de nuestro pueblo, eso hace inviable la colaboración con carácter estratégico», sostiene un dirigente de EH Bildu, que no cierra las puertas a futuros acercamientos si la formación liderada por Andoni Ortuzar endereza su rumbo.
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Este análisis sobre la inviabilidad de un entendimiento ha provocado un debate adicional en la izquierda abertzale sobre su estrategia negociadora con el Gobierno Sánchez. Algunas voces intuyen cierto «tacticismo» en el discurso de EH Bildu ante el Ejecutivo PSOE-Unidas Podemos. En un reciente artículo periodístico, dos referencias históricas en la izquierda abertzale como Rafa Díez y Eugenio Etxebeste sostenían que el PNV se ha instalado en un modelo que hace inviable la unidad soberanista. El exeurodiputado de HB Karmelo Landa publicaba un comentario posterior en el que pedía que «se mirase más» a Cataluña que a Madrid para ir a «las raíces» del problema, que, en su opinión, no se solventa con que el PSOE gobierne en el Estado español en lugar del PP.
Pero EH Bildu se fija el objetivo de disputar la hegemonía al PNV y forzar un cambio en la relación de fuerzas. La actual dirección de la izquierda independentista cree que la oportunidad es histórica en el Estado, ya que el Gobierno de coalición depende en buena medida de los 29 diputados de los partidos firmantes de la Declaración de Llotja de Mar.
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Además, la apuesta de EH Bildu pasa por propiciar una dinámica de presión que termine por 'mover' al PNV. Para la izquierda abertzale, la dialéctica izquierda-derecha, planteada de forma recurrente por Elkarrekin Podemos, no es el verdadero eje del debate mientras la 'cuestión nacional' sea la principal contradicción por resolver.
El otro ariete para forzar a los peneuvistas a que se alejen de la vía del pacto con el Estado es el papel del movimiento social por el derecho a decidir y, en particular, la iniciativa de Gure Esku Dago a favor de una recogida de firmas para celebrar un referéndum. Si se logran 30.000 firmas podría presentarse una Iniciativa Legislativa Popular en el Parlamento Vasco y precipitar un debate. Es el recurso a la presión social que en su momento recogía la ponencia 'Euskal Bidea' para promover el debate sobre la constitución de un Estado vasco. De nuevo, la calle como punta de lanza y acicate de una izquierda independentista que también debe mover sus 'piezas' en el tablero vasco.
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