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La resuelta disposición de Pedro Sánchez a conceder a los condenados del procés los indultos que no han solicitado personalmente y el anuncio de la reinauguración de la 'mesa de diálogo' entre el Gobierno central y el de la Generalitat sitúan al nacionalismo gobernante en ... Euskadi ante dos escenarios posibles. El empantanamiento del ejecutivo que preside Pere Aragonès entre las cuitas internas que arrastra el independentismo y los enredos a que ello dé lugar en relación al mandato de Sánchez, o la conversión de la mayoría secesionista en Cataluña en el interlocutor preferente de un presidente que trata de agotar la legislatura y persigue la reelección en 2023.
El propósito de EH Bildu de volver a abrir la carpeta soberanista adquiriría algún sentido si la 'mesa de diálogo' que alguna ministra ha llegado a ubicar 'entre Cataluña y España' se hace eco de las pretensiones secesionistas, aunque sea como preámbulo de cada sesión. Una vez beneficiados de los indultos, a los independentistas catalanes les quedará la duda de celebrarlo como un éxito o consignarlo a beneficio de inventario. La volatilidad del momento hace imposible prever lo que pase –en Cataluña y en el resto de España– cuando el Consejo de Ministros decrete la docena de indultos necesariamente parciales. Ni siquiera el tacticismo es un recurso útil cuando la política se reduce a una sucesión de destellos intraducibles para sus propios causantes. Pero hay una clave que el partido de Ortuzar y Urkullu deberá descifrar en cuestión de días a partir de la concesión gubernamental. Si tiene razones para suponer que la legislatura continuará durante dos años más, o si la inestabilidad puede adueñarse también de La Moncloa.
La situación óptima para el mandato de Urkullu sería que el independentismo catalán derrochase la mayor parte de sus energías discutiendo sobre qué ha de venir tras la 'magnanimidad' de Sánchez, sobre la suerte de los autoexiliados, sobre la fecha en que haya de hacerse efectiva la autodeterminación, y que todo ese ruido no impida la continuidad de la legislatura. En un Estado compuesto de suma cero, lo que pudiera llevarse Cataluña afectaría a las aspiraciones de Euskadi. Ninguna mayoría verosímil podría sostenerse en las Cortes sobre concesiones simultáneas a ambas autonomías. Si el independentismo que gobierna la Generalitat recobra protagonismo en Madrid será en detrimento de lo que el PNV trate de conseguir allí. Aunque tras los indultos el EBB podría encontrarse también ante una demoscopia que apunte a un cambio de ciclo, favorable a las derechas. Cambio ante el que esta vez no le sería tan fácil maniobrar como en alternancias anteriores. Aumentarían las sombras de una entente de izquierdas en Euskadi.
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