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Y tras el 'efecto Illa', llega la hora de ERC. El exministro de Sanidad ungido por la Moncloa ha logrado resucitar al PSC no solo emulando los triunfos en votos de Pasqual Maragall frente a Jordi Pujol, sino situándose a un escaño de haber vencido ... también en escaños. La operación ha constituido un éxito incontestable para el presidente Sánchez en términos partidarios, singularmente por la proyección inmediata -el seísmo- que tendrá el infartante escrutinio de anoche sobre la política española. Porque a la espera de cómo vaya a arreglárselas Esquerra al frente del separatismo para gestionar una mayoría absoluta de 74 escaños que no sumaba desde 2012, donde ha ganado Illa es, en realidad, en España.
El presidente del Gobierno puede concederse un período de gracia, porque la debacle de Ciudadanos y del PP ha sido de tal calibre que Inés Arrimadas y Pablo Casado bastante van a tener con gestionar los restos de su naufragio catalán. Entre la fulgurante candidatura de Illa y la fulgurante irrupción de Vox han vaciado los caladeros de las otras dos fuerzas de arraigo español y han acotado el margen de los comunes de Pablo Iglesias, que mantienen el tipo sin brillo alguno. Pero la doble pinza del 'que viene Illa' y del 'que viene Vox' ha reactivado la movilización del secesionismo en unos comicios marcados por la fuerte abstención, hasta el punto de que la CUP ha duplicado sus escaños en medio del duelo al sol entre ERC y JxCat. La 'operación Illa' ha resultado, en efecto, una conquista partidaria para los socialistas, pero todo apunta a que el 'reencuentro', de haberlo, lo será por ahora entre el independentismo en disputa consigo mismo y que sigue sin superar la barrera simbólica del 50% de los votos con representación en el Parlament. 80 años después del fusilamiento de Companys, la Generalitat del autogobierno bajo la pandemia -y no se sabe muy bien encaminado hacia dónde- llama a la puerta del dúo Aragonès-Junqueras previa ronda, obligada, de contactos del presidenciable Illa. ERC se asoma al Govern sin ser la primera fuerza, una vez más, y apelando a la transversalidad sobrevenida con el anzuelo tendido ya anoche a los comunes.
Coda vasca: Con el PDeCAT sin asiento, el PNV pierde pie en Cataluña frente a la alianza de EH Bildu con los republicanos.
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