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Las «bromas» y la «camaradería» han desaparecido. Lo que empezó siendo un experimento para aglutinar el voto del centroderecha constitucionalista bajo un mismo paraguas, un revulsivo para tratar de frenar el desgaste electoral que el PP vasco venía arrastrando en solitario, ha acabado convirtiéndose ... en un matrimonio no muy bien avenido que podría incluso acabar en divorcio. Y es que la marcha de Luis Gordillo, exlíder de Cs en Euskadi, al partido conservador ha provocado que los cimientos de la coalición que ambas formaciones comparten en el Parlamento Vasco se tambaleen por la «incomodidad» y la «tensión» que se respira en el ambiente, según reconocen fuentes del partido naranja. Precisamente, por verse en la obligación de seguir trabajando con un «tránsfuga», según califican a Gordillo.
Las primeras grietas en la relación PP-Cs se empezaron a apreciar en marzo del año pasado cuando, en plena tormenta por la moción de censura en Murcia, la antigua dirección de Ciudadanos en Álava se afilió al PP vasco. Hasta un grupo de seis personas acabó cambiando de bando, mermando aún más la pobre presencia orgánica que tiene Ciudadanos en el País Vasco.
Sin embargo, fue a principios de octubre cuando el eco de un nuevo trasvase resonó con más fuerza si cabe, cuando Gordillo rompió el carné de Cs y se afilió al PP vasco, dejando a su compañero José Manuel Gil abandonado a su suerte y convirtiéndole en el único representante parlamentario del partido liberal en Vitoria. Una maniobra que encaja en el empeño del PP de reunificar bajo sus siglas a todo el centroderecha constitucionalista. Y que mantiene ojo avizor al partido naranja, molesto por las continuas invitaciones públicas para que los simpatizantes y afiliados liberales se refugien en el PP.
Y es que los naranjas, que han experimentado abandonos similares en otros lares (Fran Hervías, Toni Cantó, Lorena Roldán...), observan atentos, y algo recelosos, cualquier movimiento que ofrezca síntomas de que el «ataque» pueda volver a repetirse, según insisten las mismas fuentes.
En Ciudadanos admiten que la relación interna y el «ambiente» en el grupo parlamentario «ha cambiado» desde la fuga de Gordillo al PP. «La buena relación con la que trabajábamos hasta ahora no se va a poder recuperar», resumen. Y aunque los liberales hayan descartado, al menos a corto plazo, pasarse al Grupo Mixto –hoy integrado por el único escaño de Vox–, desde el partido naranja tampoco se atreven a pronosticar si la fusión PP+Cs aguantará toda la legislatura. «Eso es mucho decir», asumen. Un síntoma que da buena muestra de la desconfianza que pulula en el ambiente. En el PP vasco, sin embargo, reducen cualquier señal de tensión interna.
No obstante, según defienden en Cs, esta situación no está afectando al trabajo diario del grupo parlamentario, que con el parón navideño se está dando un respiro. «Técnicamente, la relación sigue funcionando porque compartimos la agenda y el mismo objetivo: la defensa del constitucionalismo», dicen. De ahí que insistan en que tratarán de salvaguardar «hasta el último momento» una entente que, sin embargo, tampoco tiene muchos visos de repetirse en próximas elecciones. Cada vez son más los dirigentes del PP que ya se muestran abiertamente contrarios a repetir la fórmula.
Y es que todo parecía idílico hace dos años, cuando Pablo Casado e Inés Arrimadas empezaron a pergeñar la idea de unir fuerzas para irrumpir con garra en las elecciones autonómicas vascas. Un proyecto inédito en Euskadi que, sin embargo, acabó como el rosario de la aurora: con la dimisión de un Alfonso Alonso desautorizado por el líder del PP y el regreso al tablero político vasco de Carlos Iturgaiz, que apostó desde un inicio por una alianza con los liberales que el 12-J tampoco dio los frutos esperados.
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