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Podría parecer una perogrullada, pero lo dicho en el titular resultaba necesario. Cualquiera que haya seguido el debate de investidura tras las elecciones andaluzas, o escuchado y leído lo que sobre el particular se ha dicho, entenderá el porqué. Tanto el nuevo Gobierno para defenderse ... y la oposición para desahogarse, como los analistas para dejar constancia de su comprometida defensa de los valores democráticos, lograron hacer de Vox el auténtico protagonista del día. Más que sobre los 90 puntos que sustentan el Acuerdo de Gobierno entre el Partido Popular y Ciudadanos, políticos y comentaristas se explayaron sobre los 19 que pusieron sobre la mesa los nuevos. Y, aunque la extravagancia era grave y merecía, por tanto, abordarse en su justa medida por unos y por otros, en ambos hubo una notable dosis de sobreactuación. Hasta el punto de que pudo haber quedado en la mente del espectador o el seguidor interesado la impresión de que en Andalucía ocurrió lo que en el titular se niega. Para que nadie se llamara a engaño, era necesario decirlo.
Pero también por algo más. Daré, en primer lugar, un motivo de orden práctico. La sorpresa que en todos causaron los 12 escaños que Vox obtuvo en el Parlamento andaluz se convirtió, gracias a la atención sobreactuada que mereció, en la más eficaz publicidad para que, en la próxima ocasión, la ultraderecha multiplique por dos o tres lo logrado en Andalucía. Las defensas y los ataques que se escucharon en la Cámara, así como las descalificaciones que tan profusamente se difundieron en los medios, más que de freno al avance del extremismo, habrán servido para enardecer, no sólo a los votantes ya seducidos, sino incluso a quienes dudaban de apoyarlo en el futuro. Organizaciones del radicalismo de Vox se alimentan precisamente, más que de sus razonamientos y argumentaciones, de la oposición sobreactuada que se les hace. Por desmesuradas, se aprovechan también de la desmesura ajena.
En cualquier caso, sea esto como fuere, pues teorías hay para todo, más digno me parece de subrayar otro de los motivos que explican la desmedida atención que, sobre todo, desde la oposición, se le concedió al nuevo partido, así como el trato tan condescendiente que recibió de quien más se benefició de su apoyo. El escándalo que causaron los 12 escaños de Vox les sirvió tanto al PP como al PSOE y a la sigla que cubría a Podemos para que pasaran casi inadvertidas sus propias responsabilidades en el desaguisado. Casi, digo, porque no es preciso ser un experto en demoscopia electoral para percatarse de que la abultada representación que logró en la Cámara andaluza el nuevo partido, más que a sus méritos, debería atribuirse a la no menos abultada pérdida de apoyo que experimentaron los otros tres partidos citados. El revuelo causado por el escándalo, en un caso, y el empeño por justificarse de su connivente actitud, en el otro, les sirvieron a los tres para que no pudieran escucharse las críticas que merecía su pobrísimo desempeño electoral. Un millón largo de votos perdidos por el camino regaló a Vox más de la mitad de la representación institucional que obtuvo.
Al Partido Popular le bastó la borrachera del poder sobrevenido para disfrazar su amarga derrota en las urnas. Los otros dos, la izquierda, prefirieron limitarse a rasgarse las vestiduras por el escándalo de Vox y el benévolo trato que éste recibió de la derecha, en vez de mirarse en su interior y salir del aturdimiento en que el resultado electoral los había sumido. Ni palabra de autocrítica ni, mucho menos, de propósito de enmienda. Como es su costumbre, sólo excusas y búsqueda de culpables con los que ajustar pasadas cuentas. Tal está siendo el caso del gran derrotado, el PSOE, que, lejos de aprovechar el fracaso para analizarse, recurre a su inveterada costumbre de la purga interna. Más novedoso, aunque también más desconcertante, ha sido el comportamiento de Unidos Podemos, donde el eternamente díscolo Íñigo Errejón, apelando precisamente a lo ocurrido en las elecciones andaluzas, ha dado un paso al frente y, exponiéndose a las consabidas acusaciones de traición, propuesto soluciones que sacuden autocomplacencias y obligan a repensar proyectos prematuramente agotados. Sea cual fuere su futuro, ha hecho que las miradas se fijen, por fin, donde de verdad está el problema.
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