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Lunes, 31 de marzo 2025, 00:04
Aitor Esteban (Bilbao, 1962) se declara «vasco y sólo vasco» e «independentista de toda la vida», aunque sus raíces remiten al sur del Ebro. No ... reniega de ello. Todo lo contrario. Incluso realizó una profunda investigación genealógica sobre los orígenes del señorío de Serón que se publicó en 2001 en la revista del Centro de Estudios Sorianos. Allí, en Cañamaque, localidad de su madre, tiene una casa con corral a la que va en su Skoda Karoq cada vez que puede y de la que se escapa en un quad Polaris Sportsman 570; allí sigue viviendo su tío Jesús, el hermano de su madre; y allí le reciben como el mejor embajador de un pueblo que elección tras elección confía en... el PP.
Los orígenes castellanos nunca le han supuesto ninguna contradicción con su sentimiento nacionalista vasco, que empezó a desarrollar desde muy pequeño por su padre, quien le enseñó sus primeras palabras en euskera. Le molesta que alguien pueda pensar que tener raíces sorianas sea algún tipo de impedimento, como si se precisara pedigrí 100% euskaldun para defender determinadas posturas. Esa especie de mito vasco quedará derribado por un Esteban Bravo que, como relevo de un Ortuzar Arruabarrena, se convertirá en el primer presidente sin apellidos vascos de un centenario PNV.
Atutxa Atutxa es el doble apellido vasco de su esposa, Itxaso, la mujer que mayor poder ha acaparado en toda la historia de la formación jeltzale –fue presidenta del Bizkai buru batzar desde 2013 hasta el pasado noviembre– e hija del histórico dirigente Javier Atutxa. Novios desde que se conocieron en EGI, la política se cuela hasta la cocina de la casa de Zeberio en la que residen y en la que criaron a sus dos hijos, Aritz y Oier, de 31 y 28 años. Es común que hable de ellos, de los dos Esteban Atutxa, cuando se le pregunta por algún problema que afecta a los jóvenes de hoy en día, como la carestía de los alquileres. Y con ellos sigue (o más bien sufre) al Athletic, al Amorebieta y al Bilbao Basket, aunque su deporte predilecto es el rugby. La juventud de Aitor fue diferente. «Muy de ciudad», formado en el colegio Corazón de María y en el Instituto Central de Bilbao, se afilió a EGI con 16 años antes de estudiar Derecho en Deusto y doctorarse con una tesis sobre el entramado jurídico vasco. Allí fue profesor de Derecho Constitucional, así como de Historia y Cultura Indígena de Norte y Mesoamérica. Y fascinado por las películas de indios y vaqueros, es un apasionado de su estudio y chapurrea el idioma siux. También habla euskera y se defiende en inglés, francés, alemán y árabe.
La oratoria, la principal de las virtudes, la empezó a desarrollar desde que José Alberto Pradera le concedió su primera oportunidad en política. En 1991 lo nombró secretario de Presidencia y portavoz de la Diputación de Bizkaia. Recuerda que Esteban «ya apuntaba maneras».
Pasó el examen con nota y en 1995 fue Pradera quien lo propuso para presidir las Juntas Generales. En 2004 cuando saltó al Congreso, donde lleva ya veinte años viendo pasar gobiernos de PSOE y PP con los que ha tenido que exprimir sus dotes de negociación. «Es un tipo tozudo y vehemente», sostiene un interlocutor de otra bancada. Consideración que matiza Pedro Azpiazu, exconsejero de Hacienda y compañero de escaño en el Congreso: «Puede parecer brusco, pero se confunde con la contundencia de quien sabe y cree en lo que defiende».
Con Azpiazu, que le lleva cinco años, compartió «más que una relación de compañeros de trabajo». «En Madrid acabas haciendo mucha vida en común y conoces de verdad a la persona. Y en Aitor no hay personaje», dice. Durante las dos legislaturas de Zapatero se fue fogueando como diputado raso a la sombra de Josu Erkoreka, entonces la gran referencia del PNV en Madrid. Y cuando éste fue llamado Iñigo Urkullu, surgió la gran oportunidad y se convirtió en portavoz. «Es en una pieza indispensable, el partido ha ganado una presencia increíble en Madrid», aprecia Azpiazu.
Esteban se estrenó en un mandato de mayoría absoluta del PP que daba nulo margen al resto de grupos para sacar la cabeza. Fue en la segunda y convulsa legislatura de Mariano Rajoy cuando adquirió altas cotas de protagonismo en el ruedo ibérico gracias al valor de los escaños del PNV. En el hemiciclo se sigue recordando aquel intercambio poético entre su «si bien me quieres, Mariano, da menos leña y más grano» y el «si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor» que le devolvió el presidente del Gobierno para carcajada de todos los presentes.
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