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UPN ha homenajeado este domingo en Leitza al que fuera su concejal José Javier Múgica, asesinado en 2001 por la explosión de una bomba lapa que ETA colocó en su furgoneta. El acto ha consistido en la colocación de un ramo de flores y una ... celebración religiosa en su recuerdo. Sus familiares y amigos han estado arropados por dirigentes y cargos públicos regionalistas.
La presidenta de UPN ha hecho referencia a este acto a través de su cuenta de X y ha asegurado que «en 2024 sus herederos —los de ETA— siguen enalteciendo y aplaudiendo a estos asesinos». «No vamos a permitir que reescriban la historia. No olvidamos. No te olvidamos», ha apuntado Cristina Ibarrola. El diputado navarro por el PP y exregionalista, Sergio Sayas, ha afirmado que «jamás olvidaremos» el asesinato de Múgica, «ni dejaremos que quienes se blanquean con la complicidad de Sánchez y Chivite impongan su mentira repugnante como relato».
Fotógrafo de profesión y conductor de autobuses, la política no formó parte de la vida de Múgica hasta que su hermano, enfermo de cáncer, le pidió que tomara su relevo en la única candidatura no nacionalista que se presentaba en el Ayuntamiento de Leitza. José Javier aceptó, acabó integrándose en las listas de UPN y salió elegido concejal en las elecciones de 1999.
En ese momento comenzaron las presiones y amenazas hacia él y sus hijos, incluidas pintadas en la puerta de su tienda de fotografía e incluso la quema de su furgoneta nueve meses antes del atentado mortal. La mañana del 14 de julio de 2001, como muchos sábados, salió de casa después de desayunar para hacer un reportaje de boda. Había mirado los bajos de su vehículo antes de arrancarlo, pero los terroristas evitaron que el artefacto quedara visible. José Javier arrancó su vehículo para dirigirse a su establecimiento de fotografía y en ese momento estalló la bomba lapa que ETA había adosado entre la caja de cambios y el bastidor de su vehículo.
Múgica se acababa de convertir en el segundo edil de UPN asesinado por ETA tras la muerte del también concejal pamplonés Tomás Caballero, tres años antes. Los Múgica se negaron a instalar la capilla ardiente en el Ayuntamiento leitzarra, gobernado entonces por Euskal Herritarrok, y fue trasladado a Pamplona para su incineración.
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