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Si descontamos aquellas primeras de 1977, no habrá habido, en nuestra reciente historia democrática, elecciones, autonómicas o generales, tan inciertas, en propuestas y resultados, como éstas que el lehendakari ha convocado para el 12 de julio. Lo único cierto quizá sea, además de la fecha, ... la prisa que tanto el convocante como su partido han tenido para decidir el uno e impulsar el otro su convocatoria. Habrán creído que el marasmo actual es preferible a la incertidumbre futura. Y, más allá de los intereses electorales, también habrá influido el deseo de superar esta situación de anomalía, con un Parlamento disuelto sin título legal claro, y de disponer de un Gobierno, sea cual sea, en pleno funcionamiento. En cualquier caso, no es asunto sobre el que merezca la pena especular. Al fin y al cabo, la de disolver el Parlamento y convocar elecciones es una de las escasas decisiones que competen en exclusiva al lehendakari.

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