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El Gobierno Sánchez decidió que este año el Rey no presidiría la clausura del curso en la Escuela Judicial, que se encuentra en Barcelona. La vicepresidenta Carmen Calvo y el titular de Justicia, Juan Carlos Campo, se turnaron en no explicar la decisión dándola, claro ... está, por buena. Pero evidenciando que no podían justificarla. De tal forma que alentaron las versiones –unas a favor y otras en contra de la ausencia de Felipe VI- que coinciden en un punto: Sánchez quiso congraciarse con independentistas y republicanos a costa del Rey. Si esa fue su intención, no es fácil descubrir la ganancia que habría obtenido.
Los actos políticos deben explicarse por sí mismos, o deben posibilitar una sencilla argumentación verbal. En este caso Pedro Sánchez habría confiado la interpretación de su designio a la polarización partidaria. La oposición de derechas y los eventuales socios secesionistas y republicanistas señalando que el Presidente está dispuesto a lo que sea para obtener lo que quiere: seguir donde se encuentra. Hasta el más entusiasta de los socialistas de Sánchez tiene razones para preguntarse sobre si esta vez su Gobierno no se ha excedido en arrogancia. Tampoco hace falta echar mano de Maquiavelo para recordar que no conviene sumar enemigos mientras los aliados resultan dudosos, extravagantes o caros. Aunque los Borbones no gocen en estos momentos de especial favor popular, el poder terrenal y transitorio que se asienta en La Moncloa debería cuidarse de su propio engreimiento.
A no ser que un nuevo republicanismo haya enraizado a ambos lados del gobierno de coalición, sabedor de que solo podrá hacerse realidad empujando a la Monarquía a la inhabilitación de facto o al desvarío dinástico. Solo si el Rey y la ya corta Familia Real se viniesen abajo se abriría paso una república necesariamente presidencial. No como mal menor sino como destino inevitable para gran parte de los españoles que, por el camino que van las cosas, la percibirían antipática y hasta indeseable. Si los socialistas más de Sánchez, los de IU con más añoranzas y los 'morados' más rompedores coinciden en empujar los acontecimientos por ahí, es probable que ni siquiera alcancen a culminar la legislatura en el poder. Si en el Gobierno han llegado a creer que todos los que disienten de su proceder son asimilables a Isabel Díaz Ayuso, y que el mismo día pueden corregir a la presidenta de la Comunidad de Madrid y desairar al Rey Felipe VI poco menos que como si fueran lo mismo, es que se han elevado y mucho del suelo.
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